Este día, nuestro reto fue lavar la ropa en el río. Nos levantamos temprano, hicimos un poquito de ejercicio y luego nos fuimos a lavar la ropa para que durante el día pudiese secarse. Al principio fue un poco difícil porque el río esta rodeado de arcilla que por la lluvia es súper resbalosa y es difícil llegar hasta la orilla; pero una vez ahí las cosas fueron mucho más sencillas. David había colgado una cuerda entre la Zaigua y un árbol que estaba al lado del río, ahí colgamos toda nuestra ropa una vez lavada.
La gente que pasaba se quedaba impresionada por lo que habíamos hecho, se detenían frente a la Zaigua, unos con cara de asombro y otros con caras mas serias, y ahí se quedaban un rato viéndonos. Otros apuntaban hacia nuestro tendedero y se reían. La gente que iba a bañase al rio, primero inspeccionaba la camioneta, daban vueltas, se quedaban viendo y hablaban entre ellos. Unos cuantos llegaban y saludaban, hacían un poco de plática y luego se iban. Con los niños era otra cosa, porque llegaban y no se iban, poco faltó para que se subieran a la Zaigua.
La gente en esta zona me ha parecido muy distinta a la gente que hemos conocido en los alrededores del lago de Atitlán, en Chuicaxtun, en el Llano o en Antigua. Las personas aquí son más secas y su actitud es un tanto hosca, en especial las mujeres. Sin mencionar los problemas de comunicación que tenemos aquí, ya que no todos hablan español, y quienes lo hacen tienen un español sumamente pobre. Las mujeres usan faldas largas y sin vuelo, de colores menos llamativos que en otras regiones; algunas traen encima blusas (la verdad no se cómo les llamen, ya que son distintas al huipil) bordadas y debajo una blusa de tirantes, aunque la mayoría solo se deja la de tirantes (que por lo visto puede ser cualquiera comprada en el mercado).
Algunos niños piden limosna, pero de una forma que yo no había visto antes, por su tono y gestos pareciera que te están dando la orden y no pidiendo. Al ir caminando hacia la tienda, vi a un niña (de unos 12 años) pasarnos de lado, luego regresó y la encontramos de frente, le dijo hola a David y él le contestó y le preguntó que qué hacía, ella dijo que llevando tortillas; luego volteó hacia mi y dijo que le gustaba mi chongo (mi trenza de cabello), le dije gracias y me respondió: dame tus pulseras, le dije que no porque eran un regalo de mis hermanas, y luego dijo, entonces dame un quetzal.
Los hombres con los que hablamos, todos se dedican a la agricultura, trabajan durante las temporadas de cosecha, ya sea de maíz, café, nueces de la India, plátano, etc. Por lo que vimos aquí no se hace artesanía, no hay nadie vendiendo pulseras, aretes, vestidos, bolsas o ninguna de las cosas que habíamos visto en otras zonas.
La mayoría de los turistas se quedan en Lanquín, el pueblo antes de Semuc Champey, (esta a 10km) y toman una pick-up que los trae hasta Semuc por Q20, y los regresa por otros Q20 (en total es poco menos de 7 dólares). Muy cerca a Semuc hay otros dos hotelitos que parecen estar bien, pero por lo visto la mayoría prefiere Lanquín.
La gasolina aquí es muy cara, cuanto más te acercas a Semuc más cara es. El precio cerca de Antigua o la capital es de Q34 por galón, ya en Cobán y Carchá cuesta Q39 y en Lanquín Q45.
Pasé el día editando el video de Antigua, y viendo gente ir y venir. Recogimos la ropa, David hizo la comida y ya al caer la tarde me metí al río para darme un baño. Terminamos el video, recibimos más visitas (la verdad yo ya estaba un poco cansada de la gente), David fue a tomarle fotos a los niños y al padre que le enseñaba cosas al bebé en la Zaigua; ya cuando se fueron todos pudimos hacer la cena.
Fue un día diferente, pero avanzamos en varios aspectos, por así decirlo.
Andrea
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