De Punta Izopo a Miami

Dado que el agua hizo de las suyas anoche, hoy nos tocó poner un tendedero de un árbol a otro para colgar todo lo que se nos había mojado. Luego hicimos ejercicio (hoy si desperté con espíritu deportista) y después el desayuno. Al poco rato de eso llegó un niño que ya había pasado varias veces a lo lejos haciendo ruidos para que lo viéramos y saludándonos. Al fin se decidió a acercarse, empezó por hablarle David para que fuera al agua, cuando David fue, el niño le pidió que viera en el agua porque había una sombra muy grande que le daba miedo. Dado que David se negó a entrar al agua para ver qué era la sombra los dos se fueron a la Zaigua (ahí estaba yo con la compu). Se quedó un buen rato con nosotros, nos dijo que tenía 8 años y 7 hermanos, que desde ayer nos había estado viendo desde su casa que queda al lado, nos contó como lloraron él y su mamá cuando un policía se llevó su papá (según él por un tatuaje que tiene en el brazo y otro en la pierna) y luego hizo unas 1000 preguntas acerca de la Zaigua y nuestra vida. Luego llegó el niño del pan con el que quedamos ayer; hoy probé el de canela (delicioso!), y platicamos un rato también con él acerca de Punta Izopo ya que ya había estado ahí.

Según lo que leímos, Punta Izopo es un “parque” natural, rodeado por playa y manglares, una de las cosas mas especiales es su fauna, que entre los mas destacados estaban el mono aullador, el tucán y el papagayo. Revisamos nuestras opciones, ir a Punta Sal o Punta Izopo, y nos decidimos por la segunda. Iniciamos nuestro camino hacia allá, todo iba bien hasta que topamos con un charco muy grande que parecía bastante lodoso y ocupaba todo el camino, justo enfrente estaba una familia en su terraza y les preguntamos acerca del camino a PI, ellos nos dijeron que si la camioneta no era 4x4 no podríamos llegar, habría que dejar la Zaigua y caminar. Así fue, la Zaigua se quedó en la casa de la familia y nosotros comenzamos el trayecto que duró hora y media, bajo el sol y sobre la arena caliente (nada placentero a decir verdad). A nuestra izquierda teníamos la playa, a la derecha había bastante vegetación que después pasó a ser un manglar, al frente a lo lejos teníamos lo que parecía el final de playa e inicio del parque natural. Una vez más cerca de lo que sabíamos que era Punta Izopo, comenzamos a ver una gran malla que empezaba frente a la playa y terminaba más allá de los manglares, era un terreno enorme. Nosotros pensamos que eso sería parte del parque así que fuimos a preguntar, apenas nos acercamos un poco, un guardia se dirigió a la entrada (muy rápidamente) y en un tono bastante hostil nos preguntó que queríamos, le dijimos que íbamos a Punta Izopo y nos contestó que ahí no era, que eso era propiedad privada. David preguntó por dónde había que ir para llegar allá y el hombre trató de explicarnos cómo pero no lo tenía muy claro así que habló a otro hombre. Ya más relajado comenzó a hacernos preguntas (de dónde son, qué hacen aquí solos, por qué no vienen con un guía), nos veía muy asombrado y luego dijo que éramos valientes (perdón??). Cuando llegó el otro nos dijo que debíamos seguir caminando, que eso que veíamos (montañas cubiertas de vegetación en la punta de la playa) era Punta Izopo y que al llegar ahí podríamos ver una brecha que nos llevaría al mirador. Luego el guardia le pidió al hombre que nos explicara acerca de la seguridad ahí, “porque andan solos” dijo. Según lo que nos dijeron, de ahí en delante era tranquilo porque solo estaban ellos y un bote de pescadores “todos buena gente”, el problema estaba en el trayecto que ya habíamos pasado ya que ahí podían hacernos daño. “Ya de vuelta, no dejen que se les haga tarde porque corren más peligro, y que ella se vista (yo traía mi traje de baño, estamos en la playa!) como normalmente”, “si es que si no pueden hacerle daño a ella…. Mejor vayan con cuidado”. Esas frases me dejaron nerviosa-asustada-paranoica el resto del trayecto y de regreso aún peor, a pesar de que era temprano y en el camino solo habíamos visto algunos pescadores y niños en bici. Cuando por fin llegamos a Punta Izopo (yo ya quería regresarme a la Zaigua), nos dimos cuenta que éramos los únicos en el lugar o al menos en la zona que estuvimos. David y yo pensábamos que al ser un “parque” natural habría por lo menos letreros, guías o gente! Pero no fue así, solo había decenas de mosquitos tras nosotros. Tomamos la brecha hacia el mirador, para la cual ya hay que internase entre la vegetación de la montaña, yo me eché encima la mitad de la botella de repelente (o casi) y a David le hice lo mismo, los mosquitos eran insoportables y MUY grandes, además el suelo estaba lleno de hojas y yo con pánico de que hubiese una serpiente por ahí – este tipo de cosas me traen a la mente a mi mamá (y a toda la familia) preguntándome si estoy segura de lo que estoy haciendo, en estos casos la respuesta es negativa -. El tiempo en el mirador fue bastante breve (David también estaba harto del sol y los mosquitos), tomamos de nuevo la brecha y tratamos de salir de ahí lo mas rápido posible.

No habíamos visto ni monos, ni papagayos, ni tucanes… Al caminar hacia la playa oímos un graznido (o algo así), comenzamos a buscar de dónde salía (yo pensaba que era un mono jajaj) cuando de pronto sale un loro rojo, tardamos unos segundos en darnos cuenta de que era el Papagayo, voló de un árbol al otro y pudimos verle las alas rojas con las líneas amarilla y azul, un ave sumamente hermosa (yo solo la había visto en mi libo de animales cuando era niña), luego aparecieron dos más.

 Después de eso David y yo retomamos nuestro camino mucho más satisfechos, con el pesar de que nos quedaba al menos hora y media de caminata bajo el sol, pero ni qué hacerle. Al pasar frente a la propiedad en la que hablamos con el guardia, nos dimos cuenta de que ya habían instalado una pequeña sala lounge frente al mar, con mini bar y todo. Ya casi al llegar decidimos entrar al agua, teníamos muchísimo calor y parecía que las piernas nos iban a reventar. Una vez en la Zaigua iniciamos nuestro camino hacia Miami. Paramos en un súper a comprar la comida de los siguientes dos días, compramos además para el camino una bolsa de papas fritas, una malteada pequeña, galletas y nuestra primera cerveza hondureña. En la carretera compramos una bolsa de yucas, y nos las cominos también.

Para llegar a Miami, antes se pasa por Barra Vieja,  en ambos lugares las casas están hechas de  delgados palos de madera (esa es una de las singularidades de este lugar, según lo que leímos y lo que nos habían dicho, ya que es la única comunidad garífuna que conserva este tipo de construcción).  Al cada lado hay agua, a la izquierda se aprecia una laguna y a la derecha la playa…

     El camino de Barra Vieja, a pesar de que fue muy corto, fue una pesadilla porque parecía que la Zaigua se iba a quedar atorada en la arena (que estaba bastante suelta). La camioneta se iba hacia los lados y era difícil mantenerla bajo control.  En el trayecto nos pareció que las casas estaban abandonadas, no había gente por ningún lado. Miami estaba aun mas solo y había menos casas, fuimos hasta el final y ahí vimos gente, muchos hombres pescando en la entrada del mar a la laguna porque la marea justo había subido.  Decidimos regresar a Barra Vieja para dormir.  Aquí encontramos un espacio, preguntamos y nos dijeron que podíamos quedarnos sin problema; son dos parejas, ambas con niños pequeñitos, uno apenas tiene un mes. Platicando con ellos salió el tema de los rise-and-beans, un platillo garífuna que tengo días tratando de probar, esta hecho con arroz, frijoles y coco.  Quedamos en ir mañana  a casa de ellos para prepararlos.  

     Por lo pronto lo que nos urgía a nosotros era preparar cena porque teníamos mucha hambre! Así que organizamos todo en la Zaigua para cenar. Uno de los niños, el mas grande, tiene 4 años, vino con nosotros y ha estado aquí un buen rato.  Somos los únicos con luz en el lugar ya que hace dos meses se descompuso la planta eléctrica y parece ser que nadie se encargara de cambiarla, por lo visto el gobierno no se mete mucho por aquí.

      Esperemos la brisa que hay ayude a refrescar la noche porque realmente necesitamos descansar, este día ha sido muy largo….


Andrea

 

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