Mañana, ya mañana tendremos la Zaigua. No recuerdo si lo mencioné antes, pero… David me convenció de hacer una maleta DIMINUTA cuando dejamos Panamá –pregúntenme si lo vuelvo a hacer- creyendo que la camioneta la tendríamos el lunes pasado. Pues, no nos hemos quitado la misma ropa, la única que trajimos, en dos semanas, gracias. Tengo dos blusas, un día uso una otro día la otra, mis shorts, parece que se van a caer a pedazos de lo sucios que están, tanto así que he soportado el calor de Colombia y me he puesto los jeans. En cuanto a ropa interior, hay que lavar todos los días sin falta. Soy la única persona que usa botas en Cartagena, con estas temperaturas –calor, calor y más calor- estoy segura que algunos me toman de loca, pero “para que necesitas sandalias si vamos a andar de lancha en lancha y vamos a tener que caminar”. Lo único que tengo además de eso es un shampoo barato que compramos en la tienda y tres pequeños jaboncitos, cortesía del hotel en que nos quedamos la primera noche. Así que, sí, estoy desesperada por recuperar la Zaigua y entonces poder cambiarme hasta dos veces al día de ropa si así lo quiero y ponerme cuanta crema/jabón se me ocurra. Sin mencionar que extraño muchísimo mi cama.
Hoy nuevamente nuestro día giro alrededor del centro, creo que esto de estar tan al pendiente del puerto/container/la-Zaigua ha limitado nuestra creatividad y energía, ya casi es una rutina salir a caminar al centro, horas en la computadora mandando correos a Tea a Evergreen… Hoy que no hubo que mandar e-mails a nadie fue un día extraño.
Esta tarde el centro estaba tranquilo, había parejas que regresaban de la playa aun vistiendo trajes de baño, otras parejas que salían a caminar ya que el sol daba un descanso, los vendedores sentados, como pensando. Caminé un buen rato, cerca de la muralla, entre las calles a paso sereno, por primera vez no me perdí, las tiendas me eran todas conocidas y las plazas estaban casi vacías.
Regresé al hostal, ahí el calor era más fuerte que en la calle. Entré a la cocina y empecé a hablar con Hugo, me contó de la guerrilla, “es que a veces, ya hasta suena estúpido hasta donde ha llegado todo cuando te das cuenta de qué es lo que pelean” ¿Qué pelean? “Una sociedad justa, que le permita al pobre comer, sin explotación, en la que los ricos no sean los gobernantes; no quieren capitalismo, ese sistema no funciona para nosotros, pero tampoco quieren comunismo, por eso la disputa con Fidel (…)”, “Los líderes de la guerrilla son manes bien estudiados, no son cualquiera, hay gente rica ahí, de élite, otros que han estudiado toda su vida, gente preparada, que en un punto de sus vidas se dieron cuenta de que esto no funciona, que Colombia se está perdiendo por culpa del gobierno, y dijeron ‘hasta aquí’”.
Tomé un café, un tinto como le llaman acá, mientras veía a Hugo preparar una limonada con leche de coco en los espacios en que dejaba de hablar y de mover las manos en el aire.
“Cuando estén más en el interior [de Colombia] no preguntes tanto, o se pueden meter en problemas” me dijo con cara seria, me dio un vaso con limonada –muy rica- y salió de la cocina. Yo regresé a caminar al centro, fui a la muralla a ver el sol que le faltaba poco para esconderse.
Ahora vamos a comprar una pizza y ver una serie, quizá eso nos distraiga del calor y hago que la espera a que sea mañana sea más corta.
Andrea
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Alejandra Valencia (viernes, 18 enero 2013 22:06)
Hola, sólo quería corregir que el café se le dice Tinto en Colombia, así mismo se le dice Tinto al vinotinto en argentina, anecdota de un argentino, que cuando le ofrecieron el tinto el asintió pensando que le iban a dar un buen vino.
Zaigua (sábado, 19 enero 2013 13:33)
Alejandra tienes toda la razón, desde que llegué a Colombia he tenido esa confusión y por más que me han corregido hay veces que se me va... tinto, así es. Gracias =)