Camarones, es el nombre del pueblo más cercano al Santuario de los Flamencos, de hecho el santuario está en Camarones. Aquí el sol es color blanco todo el tiempo, las nubes se mueven muy rápido, el viento… es demasiado fuerte y se lleva cualquier cosa que no tenga el suficiente peso para mantenerse, a su vez lleva arena y polvo a todos lados, te la deja en los ojos, la boca, las orejas, se pega en el cuerpo y hace que todos nos veamos un tanto grisáceos. El agua de las lagunas y del mar se ve turbia, es tan cristalina que de inmediato adopta el color de la arena revuelta. Pero ves más allá y es hermoso, la arena clara entre el mar y las lagunas, el agua moviéndose y surcándose por el viento, los flamencos en grupo inmóviles a menos de que alguien este persiguiéndolos para tomar una foto, y las gaviotas sobrevolado los botes pecadores.
Anoche antes de acostarnos vimos a un gran grupo de hombres con bidones de gasolina en los hombros, caminaban en la oscuridad hasta llegar a las lanchas. Iban a pescar. Esta mañana para las siete y media ya se veía mucho movimiento en la zona, había un gran camión y varias motocicletas alrededor de la zona de botes, estaban esperando el pescado. El camión llevaría el producto hasta Santa Marta – a unas dos horas de aquí.
Estuvieron buen rato esperando, los pescadores no llegaban; Jonathan, uno de los niños de la comunidad me dijo ”se han de’ber quedado dormidos, deben recoger la red a las cuatro para llegar aquí temprano”, en ese momento no le entendí, fue hasta que Oscar el chico guía que nos ayudó ayer nos explicó que salen de noche, tiran a red y se duermen, a las cuatro o cinco de la mañana despiertan para recogerla y comenzar el regreso. También nos comentó que el peligro que corren los pescadores es el de verse frente a una embarcación más grande, a veces los caminos se cruzan, y ya han ocurrido dos casos en que un barco de mayor tamaño embiste a los lancheros por la noche, “es que ellos se guían por la luna, las estrellas, la luz, así saben ‘ah aquí es donde hay que tirar la red’, pero ellos no llevan GPS ni nada de eso, así que no saben de las coordenadas que llevan los barcos”.
Los pescadores llegaron y el trabajo comenzó, niños y adultos de allá para acá, llevando pescado de un lado a otro. Algunos pescadores tomaban el pescado que aún no estaba limpio, lo rajaban por el medio, le arrancaban las vísceras y las lanzaban a la laguna. Había una pequeña manta-raya y un tiburón de unos 70cm de largo con dientecillos muy afilados. Los “limpiaron” y se los llevaron a la báscula con los otros pescados.
Algunas lanchas llegaron antes que otras, todos pescaron casi lo mismo, lo que más traían era pez sierra, un enorme pez que iba desde el piso hasta la cintura de los pescadores, azul con plateado, nos dijeron que cuesta alrededor de COL$ 40,000 (poco más de 20 dólares). Los ponían en grandes recipientes de hule, llenaron además varias cubetas de róbalo y bagre. La gente pedía esto o aquello, si no estaba limpio lo limpiaban ahí mismo, a la báscula y después cada quien se iba cargando su pescado, atravesándolos con palos, en cubetas o en neveras.
Cuando las transacciones terminaron regresamos a la Zaigua, el viento estaba más fuerte que ayer, casi no podía abrir los ojos por la arena que me golpeaba en la cara. Hicimos desayuno, había que estar esquivando niños, les llama mucho la atención ver que tenemos una estufa portátil y no se creen que la camioneta sea nuestra casa, “pero… pero ¿por qué viven aquí?” “¿cuándo se mudaron?” “¿dónde dejaron su casa?” “¿ESA ES TU CAMA?!!”. La verdad hay veces que me ponen nerviosa.
Mientras David escribía en la computadora yo me puse a leer, después de un rato me quedé dormida. Hacía mucho calor, la camioneta estaba abierta de par en par para que entrase un poco de aire – la estacionamos de forma que el viento no golpeara del lado de la puerta, así no entraría la arena. Los niños pasaban de vez en cuando a hacer preguntas.
Por lo visto no sería posible hacer la caminata que teníamos programada para hoy, a Anderson, uno de los funcionarios que nos ha estado apoyando aquí y nos ayudaría a encontrar alguien que nos diese el recorrido, lo enviaron a trabajar al pueblo repartiendo agua. Debido al viento y al sol quizá tuviésemos que esperar a mañana para dar la caminata y el agua se nos estaba acabando… Optamos por regresar a Riohacha con el material que grabamos ayer y hoy por la mañana.
Mientras recogíamos nuestras cosas vimos una patrulla de la Policía Nacional, llegaron a hablar con Ilder Gómez, el otro funcionario que nos ha brindado su apoyo para grabar en la zona. Luego comenzaron a gritar hacía la laguna “NO! NO, ESO ESTA PROHIBIDO”. Unos turistas estaban persiguiendo a los famencos con el afán de tomar fotografías, Ilder les dijo que estaba prohibido hacer eso pero lo ignoraron, tuvo que llamar a la policía para poner la situación bajo control.
Ayer que salimos a caminar con Anderson, nos platicó acerca de su labor aquí en el santuario. Él se encarga de que ni los turistas ni la gente de la región molesten a las aves, para poder conservar su hábitat y por ende protegerlos y mantenerlos en el lugar. “Hay mucha gente que viene y los molesta, se acercan se acercan hasta que los obligan a cambiarse de lugar, no les basta verlos y tomarles fotografías, tienen que ir hasta donde están ellos. Eso no es bueno y es lo que deben entender, si siguen haciendo eso cambiarán los hábitos de estos flamencos, ellos están aquí para alimentarse y por estar esquivando a los turistas no pueden comer”, Anderson estaba muy molesto porque por más que gritara “eso está prohibido!!” y moviera los brazos en aire los turistas seguían acechando a los flamencos. Desde la orilla veíamos a la parvada rosa volar de un lado a otro, siempre alejándose de los cayucos que llevaban a los turistas, que en varios casos se bajaron del bote y comenzaron a caminar en la laguna –sin profundidad- detrás de las aves.
Debíamos irnos para aprovechar el resto del día. Nos dirigimos a Ilder que seguía parado vigilando a los turistas, agradecimos por habernos recibido, informado y ayudado para poder grabar en la santuario. Nos despedimos. Los niños no estaban, mamá los llamó hacía un rato y aun no salían de la casa.
En el camino a la salida de Camarones nos topamos a Anderson, iba caminando bajo el sol, nos explicó que había tenido que trabajar en otra área y no pudo ir a donde estábamos nosotros. Cambiamos datos de contacto para seguir en comunicación y nos dijimos adiós.
En Riohacha vimos a Andrés, el hombre de Kaishi Tours que nos ha contactado con gente para poder obtener los permisos de grabación –o más bien, acelerar el proceso. Estuvimos un rato platicando en el malecón, el sol quemaba a pesar de que ya estaba a poco de ocultarse. Nos recomendó ir a Cabo de la Vela, como mucha gente lo ha hecho, su opinión es que la Zaigua si llega a pesar de que es un largo trayecto en terracería. Tendremos que valorar la situación y decidir si vamos o no, quizá mañana salgamos hacía ese destino.
Estamos de vuelta frente a la estación de bomberos, en la estación de vialidad –esta una frente a la otra-, pedimos a los bomberos que nos prestasen una manguera y un poco de agua para quitarnos el polvo y suciedad, hace unos cuatro días no tomamos un baño apropiadamente – con jabón, shampoo- pero nos dijeron que no tienen agua, “quizá más tarde”. Ojala ese quizá sea cierto porque ya se nos ven varias capas de suciedad en la piel, y mi cabello pronto tendrá rastas…
Andrea
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