En San Gil no hay dos días de aventura sin un tercero, el viernes hicimos torrentismo y espeleología, ayer rafting y hoy… parapente. Cerca de San Gil se puede practicar este deporte en Curití (en donde se hace un vuelo dinámico) o en el cañón del Chicamocha (en donde el vuelo es térmico).
Tanto Glomer, la dueña de Planeta Azúl (www.planetaazulcolombia.com) como Nativox (www.nativoxsangil.com) nos invitaron a volar con sus pilotos para que no nos fuéramos de San Gil si practicar uno de las actividades más emocionantes que se pueden realizar en Colombia.
A las 14:30 nos fuimos en la furgoneta de transporte de Nativox para realizar un vuelo dinámico en la Vereda de las Vueltas que está en Curití, a unos 30 minutos de San Gil. Todos los pilotos que trabajan aquí están certificados y tienen varios años de experiencia, no teníamos ninguna razón para estar preocupados por volar sin motor a varias decenas de metros sobre el suelo…
En verano se dan las mejores condiciones para realizar esta actividad ya que no llueve y el viento sopla constantemente. Dependiendo de la fuerza del viento se hacen vuelos con gente más pesada o ligera. Primero tuvimos que dar nuestros pesos y al poco rato las condiciones del viento resultaron idóneas para que Andrea comenzara a darse una vuelta por las alturas. Le colocaron los arneses, casco y una bolsa de espuma en forma de mochila-silla, además como pesa muy poco le tuvieron que poner un lastre. Se le notaba en la cara su nerviosismo pero cuando se quiso dar cuenta ya estaba ascendiendo, tuvo un despegué muy limpio, en cuanto el piloto abrió el parapente la fuerza del viento los elevó a los dos.
Se fueron alejando rápidamente y estuvieron haciendo un vuelo de norte a sur durante aproximadamente 15 minutos. Cuando regresaron a la zona de despegue y aterrizaje Andrea tenía una cara que no estoy seguro si reflejaba miedo o entusiasmo. Antes de aterrizar hicieron un par de trucos y en pocos minutos ya estaban pisando tierra. Le pregunté por la experiencia y me dijo que fue increíble.
Enseguida me tocó el turno, me colocaron el mismo equipo que le dieron a Andrea con la excepción del lastre. Con mi piloto, Manuel, el despegué fue igual de limpio que con Andrea y en cuanto me quise dar cuenta nos habíamos alejado considerablemente del suelo. La sensación de temor desapareció rápidamente, me sentía seguro en las alturas. Es una gran sensación la de volar sin motor desplazarte solo con la fuerza del viento y además con el cañón del Chicamocha de fondo, por más que lo quiera describir hay que vivirlo.
Tras 15 minutos de vuelo por el área comenzamos a descender y tuvimos un aterrizaje perfecto, sin ningún impacto contra el suelo. No nos lo creíamos, unos minutos atrás estábamos a gran altura como si fuéramos pájaros. Fue nuestra primera vez para los dos y no pudimos tener mejor lugar ni mejores pilotos para nuestro bautizo del aire.
Regresamos a San Gil y nos sentíamos cansados, toda la tensión que habíamos tenido nos estaba pasando factura. Estuvimos un rato hablando con Alonso de Planeta Azul y nos fuimos a dar una vuelta por San Gil. Se notaba que era domingo porque no había mucho movimiento.
Regresamos a la Zaigua y casi no pudimos trabajar con el ordenador. Ayer nos habíamos pasando utilizando la computadora y no habíamos encendido la furgoneta, consecuencia: nos quedamos sin batería. Mañana por la mañana buscaremos a alguien que nos pase corriente, no es nada grave. Ahora toca dormir, hemos tenido otro gran día en San Gil gracias a Planeta Azul y Nativox, después de esto, ¿qué nos tocará mañana?
David
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Raffita (domingo, 13 mayo 2018 22:26)
hermoso esto ¡ me dieron ganas de ir a santander ¡