Hoy visitamos una de las capitales más grandes de Latinoamérica: Bogotá. Nos levantamos temprano, hicimos ejercicio y nos fuimos con Julián hasta la Calera para tomar un autobús que nos llevara hasta la ciudad. En Bogotá existe un sistema que restringe la circulación de vehículos llamado “Pico y Placa”. Según el último número de la placa del vehículo se le impide circular ciertos días y horas de lunes a viernes (no hay restricción durante los fines de semana o para motocicletas), por eso Julián no podía ir con su coche hasta la capital.
La Calera está a poco más de 20 minutos de la ciudad y en el trayecto pudimos ver que la ciudad no se ha extendido hacia esta zona y la vegetación abunda. Al acercarnos a Bogotá observamos la extensión de esta inmensa ciudad que alberga más de siete millones de habitantes. Nos bajamos en la 72 muy cerca de una estación del Transmilenio, el mayor transporte público de Bogotá. Julián se despidió de nosotros y nos dio indicaciones para llegar a la Candelaria, el centro histórico de la ciudad.
Pensamos que tomar el Transmilenio iba a ser tan fácil como tomar un metro, que equivocados estábamos. Tuvimos que hacer una fila enorme para comprar nuestros boletos (no hay pases especiales de uno o varios días) y con un mapa que había en la estación tratamos de orientarnos. Hay muchas líneas, unas superpuestas con otras, y nos costó un poco planear la ruta. Existen muchas puertas para tomar los autobuses y esto nos desorientaba. Se nos hizo un poco caótico pero finalmente pudimos tomar la ruta adecuada que nos iba a llevar hasta el centro.
Nos bajamos en la estación del “Museo del Oro” y comenzamos a caminar hacia la Plaza de Bolívar. Enseguida sentimos que la temperatura era más agradable que en la Calera y nos empezó a sobrar la ropa. En el camino aprovechamos par a desayunar nuestro plato favorito: fritos, probamos unos tacos mexicanos que lo único que tenían de mexicano era el picante ya que eran como una empanada normal.
La Plaza de Bolívar es el punto de partida para explorar la Candelaria, en el centro se encuentra una estatua del Libertador y a su alrededor están ubicados la Alcaldía Mayor, el Palacio de Justicia, la Casa del Florero, la Catedral, la Capilla del Sagrario, el Palacio Cardenalicio, el Colegio de San Bartolomé y el Capitolio Nacional, arquitectura y cultura miraras donde miraras. Nos gustó mucho aunque por todos los lados había pintadas reivindicativas que ensuciaban los edificios.
Al ser lunes todos los museos estaban cerrados excepto la Casa de la Moneda y el Museo Botero. Nos dirigimos hacia estos museos que están pegados uno con el otro mientras admirábamos las casonas, muy bien conservadas, de la época colonial que abundan en la Candelaria. Primero entramos en la Casa de la Moneda en donde pudimos ver la evolución de la moneda en Colombia. Conocimos los artículos que se utilizaban como moneda antes de la conquista, cómo fueron cambiando las monedas a lo largo de los siglos y las enormes máquinas que se utilizaban para fabricar las monedas. Entre monedas y máquinas sin darnos cuenta nos hallamos en el Museo Botero.
En el año 2000, Fernando Botero uno de los artistas más importantes de Colombia, donó 208 obras. 123 son suyas e incluyen lienzos y esculturas y 85 de afamados artistas internacionales de la talla de Monet, Picasso, Dalí, Renoir o Bacon entre otros para que todo el mundo pudiera apreciar estas obras de arte. Hay que recordar que la entrada tanto a la Casa de la Moneda como al Museo Botero son gratis.
Botero tiene un estilo muy personal que incluso se ha llegado a llamar el “Boterismo”. Sus obras están impregnadas de personajes y acciones cotidianas pero con un volumen exagerado. De entre todas sus obras las que más nos gustaron fueron los lienzos de la “Monalisa”, “Una Familia”, “Caballo” y “Masacre de mejor Esquina”.
Al salir del museo nos encaminamos hacia el Centro Cultural Gabriel García Márquez, situado a escasos 3 minutos de donde nos enontrábamos. Este centro cuenta con una gran librería, cafetería y galería para exposiciones culturales. Desafortunadamente no había ninguna exposición abierta al público pero Andrea aprovechó para tomarse su primer café del día.
El cansancio se iba acumulando y aprovechamos para comer algo y decidir que íbamos a hacer. Otro museo que nos interesaba era el del oro pero hoy estaba cerrado y para subir hasta el cerro de Monserrate ya era muy tarde por lo que decidimos seguir paseando por la Candelaria. Vimos la sede administrativa del Congreso, el palacio de Nariño, el palacio Echeverri, el teatro Colón, el archivo de Bogotá, el parque Santander, la iglesia de San Francisco, la iglesia de la Candelaria y diferentes ministerios, un recorrido bastante completo.
Justo a la hora que comenzaba la hora punta emprendimos nuestro regreso y fue una completa odisea, la estación del Transmilenio de las Aguas era un caos. Ya nos orientamos mejor pero había tanta gente sin ningún tipo de organización que la única manera de poder tomar el autobús era a empujones. Aunque había policía, no hacía nada, solo observaba como todo el mundo se empujaba . Sin duda fue lo peor de nuestro día en Bogotá, no creo que cueste mucho poner un poco de organización en las estaciones del Transmilenio para evitar algún accidente grave.
Antes de irnos a la Calera aprovechamos para comprar en el área de la tecnología (Unilago) un disco duro externo, porque ya son 6 meses tomando fotografías y videos y necesitamos más espacio para archivarlos. De vuelta tomamos otra vez el transporte hasta la Calera y un autobús que nos acercó hasta la finca de nuestros amigos. La última parte la hicimos caminando de noche y con frío, la temperatura en la Calera es significativamente más baja que en la capital.
Hace un rato llegamos con Julián, César y Ángela, les hemos contado como nos fue el día y ya nos vamos a acostar que tenemos los pies destrozados de tanto andar. Mañana volveremos a bajar con Julián a Bogotá y seguir “turisteando”.
David
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