¿Cúantas frutas conoces de Colombia?

Esta última semana en la Calera se nos ha ido volando, ya llevamos aquí siete días y todavía no hemos comprado una de nuestras grandes necesidades: propano para la cocina. La última vez que compramos gas fue en Costa Rica gracias a nuestro amigo Juan.

Antes de salir de México estuvimos pensando que combustible deberíamos utilizar para nuestra cocina. Teníamos varias opciones cada una con sus ventajas e inconvenientes. Podíamos utilizar una cocina de gas convencional con la cual no tendríamos ningún problema de abastecimiento pero tanto la cocina como los tanques nos quitarían demasiado espacio en la Zaigua así que desechamos esta opción. Otra posibilidad era conseguir una cocinita que funcionara con alcohol o gasolina, estuvimos informándonos sobre estas cocinas y no nos acababan de convencer del todo, especialmente por cuestiones de seguridad. Finalmente nos decantamos por llevar una cocina Coleman con dos fogones que utiliza propano. El inconveniente era que quizás no encontráramos tanques de propano para nuestra cocina en todos los países pero decidimos correr el riesgo.

Las últimas semanas hemos tenido que restringirnos a la hora de cocinar (y con gusto porque ha implicado un mayor número de deliciosos fritos) ya que solo nos queda un tanque y en lo que hemos recorrido Colombia no hemos encontrado gas para nuestra cocina, hemos preferido reservar ese gas para cuando verdaderamente lo necesitemos.

En Bogotá hemos buscado el propano que necesitamos pero no lo encontramos. Anoche hablando con Julián, Cesar y Ángela nos dijeron que nos acercáramos hasta la Calera a preguntar en la gasolinera (allí es donde venden gas propano) si nos podrían rellenar los tanques que tenemos vacíos, y eso fue lo que hicimos.

A media mañana bajamos al pueblo y nos dijeron que teníamos que ir directamente a Sopó, que es en donde se llenan los tanques pero, ¿podrían llenar nuestras pipetas? Para ahorrarnos tiempo llamamos por teléfono no solo a una distribuidora de gas sino a varias y en todas nos dijeron lo que nos temíamos “no trabajamos con esos tanques”. ¿Sería posible que no fuéramos a encontrar gas en un país como Colombia?

Contactamos con otras empresas en donde quizás pudieran distribuir los tanques que necesitábamos y en dos lugares nos confirmaron que tenían unas pipetas que posiblemente nos podrían servir. Era tarde y teníamos que bajar hasta la capital y decidimos dejarlo para cuando nos marcháramos definitivamente de Bogotá, al fin y al cabo no necesitábamos el gas para hoy.

Cesar y Ángela nos invitaron a que probáramos la freijoa, granadilla y mangostino . Cada una de ellas fue una explosión de sabor para nuestros paladares. Nos despedimos de nuestros amigos y nos fuimos a dormir con una nueva frase en nuestra cabeza: “no te acostarás sin probar una nueva fruta más”.

David