Como buen domingo nos levantamos tarde y nos fuimos con Cesar y Ángela hasta la Calera a almorzar. La Calera se transforma durante el fin de semana, los días de diario es un pueblo muy tranquilo con el tráfico normal de un pueblo cercano a una capital, pero el sábado y especialmente el domingo es otra historia. Las calles rebosan de capitalinos que buscan escapar durante unas horas del ajetreo de la ciudad. Principalmente vienen a comer y también aprovechan a comprar productos de la región.
En Colombia se acostumbra a almorzar temprano (para los estándares de Andrea y míos). La hora de la comida comienza a las 12:00 y se prolonga hasta las 14:00, hay que tener esto en cuenta especialmente si se va a hacer alguna compra porque muchos comercios y negocios cierran durante estas horas. Nosotros llegamos algo más tarde de la hora normal del almuerzo, a las 15:00 y nos costó un poco encontrar un restaurante que todavía vendiera comida corriente. La comida corriente es como el menú del día de España o la comida corrida de México. Antes del plato principal se suele servir una sopa y también viene con un agua de sabor o jugo, dependiendo de la región la sopa es de un tipo u otro y se puede servir acompañada de un plátano. Al lugar peruano que llegamos no tenían exactamente comida corrida pero nos sirvieron unas bandejas de pollo, res y cerdo al precio de una comida corriente, con la excepción de que no nos dieron sopa.
Después de la comida nos fuimos a curiosear al mercado del pueblo para seguir aprendiendo sobre frutas. Cesar y Ángela fueron nuestros guías frutícolas y nos enseñaron algunas de las frutas que nos habían hablado durante los días anteriores. Aprovechamos para comer chirimoya y comprar diferentes frutas, especialmente una para preparar un canelazo en la noche.
En la plaza principal había tres puestos que únicamente vendían postres, y menudos postres: tiramisú, flan de maracuyá, flan de mora, tarta milky way, tarta tres leches… lo difícil era poder elegir únicamente uno. Cesar y Ángela nos invitaron a probar una porción de milky way con arequipe y ellos compraron uno de tres leches y otro postre súper dulce, era lo que nos faltaba para terminar una buena comida.
Ya que estábamos en el pueblo aprovechamos para llevarnos una pizza y así no tener que cocinar nada en la noche, menudo día de dieta.
Por la tarde regresó Julián del departamento de Boyacá, había ido el fin de semana a visitar a sus padres y nos trajo tres platillos típicos de su región: unas arepas con queso, envuelto y cuello de gallina. Lo que más nos llamó la atención fue el cuello de gallina porque literalmente era un cuello de gallina con cabeza y todo pero sin el pico. La verdad que no se veía nada apetecible pero Julián nos contó que es un plato muy sabroso aunque no sea vistoso. El cuello de gallina está relleno de papa y aunque Julián nos insistió en que lo probáramos lo dejamos para otra ocasión.
A la hora de la cena nos juntamos todos en casa de Cesar y Ángela y estuvimos comiendo la pizza con una bebida nueva para nosotros: el canelazo. Esta bebida caliente lleva canela, maracuyá y clavo y también se le puede poner un poco de licor al gusto (normalmente aguardiente).
Desde que llegamos a la finca de nuestros amigos no ha habido un solo día que no probemos algo nuevo, parece que llegamos a la Calera a convertirnos en críticos de la gastronomía colombiana, lo mejor de todo es que nos encanta.
David
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Raffita (domingo, 13 mayo 2018 23:09)
Gracias por admirar nuestra gastronomia ¡