Hoy desperté sintiéndome mal, al parecer todo el café, dulces y pizza que comí ayer no fueron del agrado de mi estómago. Tenía una gastritis que no me permitía moverme, estuve en la cama hasta que César fue a decirnos que habían hecho almuerzo, que bajáramos.
Fuimos a comer a casa de Ángela y César; Yamile, la chica que los ayuda en la casa, preparó bagre, arroz y ensalada, perfecto para mí. Además hicieron agua de tomate de árbol, una fruta que David y yo jamás habíamos probado, su sabor me pareció dulce y cítrico a la vez, con un toque de sabor a tomate.
Estuvimos platicando un buen rato, Yamile y Sandro – que trabaja con César – comieron también con nosotros. Fue muy interesante escucharlos contar cosas de Nariño, el departamento de donde es Yamile, y las diferencias que tiene respecto a Bogotá.
La comida me cayó de maravilla, me sentía bien de nuevo. Yamile preparó agua panela, y estuvimos ahí un buen rato entre que la tomábamos y platicábamos. Llegaron Orlando y Milton –que también trabajan con César. Ellos dos al igual que Sandro, tuvieron que prestar servicio al ejército, cada uno en circunstancias diferentes dependiendo de cómo los reclutaron.
No son los únicos que nos han contado sus experiencias con el ejército, de hecho, hemos conocido un buen número de hombres que se han visto obligados a enlistarse. A varios de ellos los han agarrado en la calle, o con los amigos, y como dijo uno de los chicos ‘me levantaron y me llevaron al ejército’.
Comenzó un fuerte aguacero, que por suerte no duró mucho. Cuando la lluvia paró fuimos a la habitación a trabajar en el proyecto. Pasamos buena parte del día frente a la computadora. Todo indica que esta es la última tarde que pasamos en la finca, ya es tiempo de seguir camino, aunque aquí estamos súper a gusto. Va ser raro ya no ver a Ángela, César y Julián…
Andrea
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ame (lunes, 11 febrero 2013 22:28)
que interesante conocer personas con ese tipo de historias,y que bien que sigan siendo buenas gentes.