Caminos de niebla a Guayaquil

El día de hoy lo pasamos en la carretera, entre curvas y mucha niebla.  El plan era salir de Ambato y llegar a Guayaquil en unas cuatro, quizá cinco horas… pero hicimos siete.  En alguna parte de camino debimos haber perdido de vista algún letrero que indicase la salida a Guayaquil; el caso es, tuvimos que tomar una carretera “alternativa” que nos llevó de curva en curva por la copa de montañas invisibilizadas por la densa niebla. 

Fue en Alausi, un pequeño pueblo en medio de las montañas, que nos dijeron cuál era el camino que debíamos tomar para llegar a Guayaquil. “No sabemos cómo esté la carretera, pero ha de estar bien” nos dijeron un par de hombres.  Pues no estaba nada bien, de hecho ni siquiera estaba asfaltada, eso más la niebla  que ocultaba todo frente a nosotros y las curvas, hacían de esa carretera un laberinto imposible y muy peligroso.  Cosa rara en las carreteras de Ecuador,  ya que la mayoría son autopistas en perfectas condiciones.

En Alausi nos dimos cuenta de que la comunicación con la gente era algo más complicada, por alguna razón – sea acento, pronunciación u orden de las oraciones – no lográbamos darnos a entender, la gente malentendía lo que preguntábamos y fue una tarea bastante difícil pedir unos huevos revueltos en el lugar que desayunamos.

Durante el camino cambiamos de una temperatura sumamente fría a la humedad costera, eso una vez que la niebla desapareció. 

Llegamos a Guayaquil  cuando ya había caído la noche.  Estábamos bastante alertas ya que no hay lugar de Ecuador del que se hable peor que de esta ciudad, que se supone es la más grande del país – más grande y peligrosa que Quito la capital.  Tanto locales como extranjeros, nos han advertido una vez tras otra de los numerosos delitos que ocurren aquí, así que inevitablemente llegamos algo asustados.

Decidimos dirigirnos hacia el centro, frente al malecón y lo primero que notamos fue lo limpio de la ciudad, no parecía lo que habíamos imaginado. Los edificios en buen estado y con lindas fachadas, las calles sin basura y muchos agentes de tránsito dirigiendo el tráfico.

 Los bomberos de Ambato nos mencionaron que quizá podríamos quedarnos en la estación de bomberos acá,  que se encontraba cerca del centro. Después de mucho preguntar y equivocarnos de dirección, llegamos a la estación: no tenían lugar.  El bombero que nos atendió fue bastante amable,  y con esa amabilidad nos dijo que buscásemos otro lugar donde pasar la noche.  Apenas nos íbamos me hizo señas de que subiera el cristal de mi ventana y no lo bajara. 

Más tarde me enteré de que uno de los modus operandi de los delincuentes es colgarse de la ventana – si la llevas abierta – hasta tronar el cristal para asaltarte.  Eso es algo que, dado el número de personas -sin relación alguna entre ellas-  que nos lo han mencionado desde que llegamos, debe ser algo frecuente. 

Por nuestra parte, hasta ahora hemos visto un Guayaquil bastante tranquilo y atractivo.  Para cenar no nos quedó mas que llegar a un Burger King –yo moría de hambre y quería una hamburguesa - .   Al terminar de cenar preguntamos en la caja cómo llegar al Colon Square,  un edificio al que debemos ir mañana para nuestra cita con una televisora. 

Dado que darnos indicaciones resultó demasiado complicado debido a nuestro nulo conocimiento de la ciudad, la gerente: una mujer muy sonriente y amable, llamada Isabel, ofreció a venir con nosotros para mostrarnos, ella iba en esa dirección. 

Llegamos cerca del  Sq. Colon, al hotel Hilton Colon; viendo la seguridad que había en el lugar y en la zona en general nos pareció buena idea pasar la noche  frente al hotel.  “Quiero dejarlos en un lugar en el que estén seguros” dijo Isabel aprobando nuestra decisión, “Cualquier cosa que se les ofrezca mañana estaré todo el día allá (en el Burger King) ¡me buscan!”.  Parecía que le costaba trabajo dejarnos aquí.  Pero es un buen sitio.

Mañana será un día largo, luego de nuestra cita nos iremos a la playa, después de meses sin costa!

Andrea