Salinas en esta época del año parece una ciudad fantasma. Avenidas amplias, un malecón que se presta para pasear tranquilamente pero no hay gente. La mayoría de los negocios están cerrados, en los hoteles no hay turistas y en los enormes edificios que están situados frente al mar no vive nadie. Los meses fuertes de esta ciudad costera son los primeros del año, cuando hace más calor. También durante el fin de semana llegan personas desde Guayaquil para pasar un par de días en la playa pero entre semana es raro ver turistas. Adrián y su padre nos contaron que también ha afectado mucho que desde que Guayaquil está invirtiendo y promocionando más Playas (otra localidad costera) que Salinas, el turismo ha estado disminuyendo, hace unos años era totalmente diferente.
Dormimos afuera de la casa de Adrián custodiados por dos de sus “escarabajos” y enfrente de los bomberos. Desayunamos y nos fuimos hasta su taller a trabajar un rato en la página web. Sin darnos cuenta se nos estaba haciendo tarde y aunque estuvimos esperando a Adrián y su padre para despedirnos, no aparecieron y nos tuvimos que despedir por teléfono. De nuevo nos vamos de otra ciudad dejando a un buen amigo que nos echó una mano cuando lo necesitábamos.
Salimos de Salinas sin saber muy bien dónde íbamos a dormir. Pensamos en dos opciones: Machala y Cuenca, todo dependería de cuanto nos demoráramos en atravesar Guayaquil. Hicimos una visita fugaz en Guayaquil y poco después de las 16:00 estábamos saliendo de la ciudad. Nos recomendaron que mejor llegáramos a Cuenca ya que es una ciudad con un lindo centro histórico. El inconveniente era la carretera y la hora. Nos advirtieron que íbamos a tardar alrededor de unas cuatro horas y que las últimas tres iban a ser una subida constante. Eso significaba que nos tocaría conducir de noche, algo que tratamos de evitar siempre.
Al final decidimos salir hacia Cuenca. Efectivamente a partir de Puerto Inca la carretera cambió por completo, nos adentramos en una zona montañosa y todo el camino hasta Cuenca lo hicimos bajo la lluvia y con una densa niebla. Estábamos un poco preocupados por el rendimiento de la Zaigua bajo estas condiciones pero subió las montañas sin ninguna queja.
Hablando de carreteras, en muchas ocasiones comparamos las carreteras de Ecuador con las de su país vecino, Colombia. Son como el día y la noche, en Colombia las carreteras son un auténtico desastre, vías de un solo carril para cada sentido, llenas de baches, sin ningún tipo de mantenimiento y encima con un peaje a cada momento en el que te cobran de media más de $4. Sin embargo las de Ecuador son unas carreteras de reciente construcción con muchos tramos con doble carril para cada sentido y con escasos peajes en los que como mucho se paga $1. Con respecto a la gasolina mejor ni entramos en detalles, en Colombia cuesta alrededor de $4.50 el galón y en Ecuador $1.48…
Llegamos a Cuenca con bastante frío y hambre. En pocas horas habíamos pasado del calor húmedo y pegajoso que se siente en Guayaquil a un clima de montaña. A la entrada de Cuenca vimos un puesto callejero de comida con bastante gente, era una señal inequívoca de que ahí se comía bien. Efectivamente no nos equivocamos, nos comimos un plato con choclo (maíz), patatas asadas, plátano maduro y pechuga de pollo al carbón por $1.50 cada uno, además también nos comimos otra mazorca bañada en salsa de aguacate y queso, no pudimos tener un mejor recibimiento.
Cuando nos adentramos al centro histórico nos llamó la atención lo vacío que se sentía la ciudad, solo eran las 21:00 y prácticamente no había negocios abiertos y se veía muy poca gente. Esto no nos gusta mucho a la hora de elegir un lugar para dormir. Nos hemos estacionado en un calle del centro y aunque todo se ve tranquilo tampoco nos inspira mucha confianza, ya veremos si nos quedamos aquí o nos movemos a otro lugar. Lo bueno es que mañana en cuanto salga el sol amaneceremos en una nueva ciudad e intuimos que tiene muchas cosas que ofrecer.
David
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VICTORIA JOHNSON (martes, 05 abril 2022 07:22)
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