Posiblemente anoche fue la peor noche que he pasado desde que salimos de Guadalajara. Durante el trayecto nos ha tocado lidiar con calor, frío, mosquitos, ruido, etc. pero lo de anoche lo supera todo. Dormimos a más de 4000 metros de altura y aunque hacía frío, la temperatura se podía soportar ya que estábamos bien abrigados, el problema fue la presión por la altura.
Durante el día de ayer mientras hicimos la caminata yo no sentí tanto este malestar como Andrea, únicamente tenía un ligero dolor de cabeza continuo y notaba el cansancio solo si caminaba rápido hacia arriba. Sin embargo a la hora de dormir todo cambio. En cuanto me acosté el dolor de cabeza se agudizó en la sien y no se quitó en toda la noche. Además de vez en cuando sentía nauseas. Apenas dormimos en toda la noche, era como estar continuamente de resaca, un horror. Otro detalle es que las vacas que pastan en la zona sintieron cariño por la Zaigua y a cada rato se estuvieron restregando en cualquier parte de la carrocería, la Zaigua levantó pasiones.
Pero no todo fue negativo, lo positivo fue el enclave tan maravilloso en el que estábamos. No había ningún tipo de contaminación acústica o lumínica y las nubes habían desaparecido. La luna y las estrellas brillaban con una fuerza inusual (era como estar debajo de un foco) y dejaban ver la nieve de las montañas a nuestro alrededor, un espectáculo único.
Al levantarnos conocimos a una pareja de alemanes que vienen viajando desde Canadá hasta la Patagonia y ya llevan 13 meses en el camino. Estuvimos hablando un buen rato intercambiando experiencias y cómo ellos sí se habían preparado mejor para dormir en la laguna de Parón. Primero habían dormido un par de noches en Caraz para acostumbrarse a los 2000 msnm y luego ya subieron a la laguna. Además traían té de coca que ayuda a sobrellevar mejor el mal de altura.
Nos regalaron un par de bolsitas de este té y enseguida nos hicimos unas infusiones. No sabemos si fue algo psicológico o que de verdad hizo efecto el té, pero por lo menos nos sentimos algo mejor.
Como todavía era temprano decidimos hacer otra caminata diferente. A nuestra derecha se observaba una montaña enorme nevada y comenzamos a subir un camino para verla más de cerca. La primera parte era bastante empinada y tuvimos que pararnos en varias ocasiones para no subir tan de golpe. La segunda parte fue más de agilidad, llegamos a un lugar repleto de grandes piedras que teníamos que ir saltando como cabras. Vimos la laguna y las montañas desde otra perspectiva diferente y nos regresamos.
Recogimos un poco las cosas y comenzamos a bajar hasta Caraz. Hay 31 kilómetros de bajada entre la laguna y Caraz y prácticamente todo el trayecto lo hicimos con el motor apagado hasta la plaza de armas. La bajada fue menos tediosa que la subida pero aun así tardamos más de una hora y la combi llego llena de polvo por todos lados, estaba tan sucia que tuvimos un problema mecánico.
Cuando llegamos a Caraz la Zaigua no era capaz de estar encendida si no se le pisaba el acelerador, cada vez que parábamos se apagaba, había que revisarla. En el primer taller que llegamos enseguida descubrieron el problema: la tapa del carburador se había abierto y había entrado mucha suciedad al carburador, había que sacarlo y limpiarlo. Discutimos un poco por el precio y en una hora ya estábamos listos para irnos. Por suerte este problema había sido sencillo, ojala sea igual con el otro ruidito que tenemos que revisar en Lima.
Retomamos el camino y a unos 20 minutos paramos en Yungay. Desde aquí se sube a las lagunas de Llanganuco. Todavía quedaba una hora de luz, justo lo que necesitábamos para subir pero decidimos que mejor mañana nos levantamos temprano y vemos el amanecer desde arriba. Posiblemente ya no nos dé tan fuerte el mal de altura, pero no queremos volver a pasar otra noche como la de ayer…
David
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