Cerro Rico es el ícono de Bolivia y del mundo de la plata; desde lo lejos se le ve aun en pie y de ese color rojizo tan característico que le ha dejado la explotación de minerales. La historia del cerro comienza en 1543 cuando un indígena peruano llamado Diego Alpa se da cuenta de que en el sitio hay plata.
La leyenda cuenta que Diego caminaba por el sitio mientras conducía una recua de llamas, una de las llamas se extravió lo cual provocó que Diego la buscase hasta caer la noche; debido al frío Diego hizo una fogata para mantenerse caliente. Al día siguiente se da cuenta de que el fuego fundió varias hileras de plata. Lleva varias muestras a Colque Porco, en donde existe otro yacimiento de minerales de plata, que en esa época estaba ya siendo explotado por los españoles.
Diego separa los minerales de las muestras y los resultados lanzan que la plata es de muy alta calidad. Los siguientes dos años Diego acude a explotar los minerales del cerro en secreto, su riqueza aumentó de manera notoria y eso levantó sospechas. Un vecino de Diego, tras mucha insistencia, lo convence de que le revele de dónde es que ha obtenido su riqueza.
A partir de ese momento ambos acuden a explotar el cerro; sin embargo, pronto empiezan las envidias y discusiones entre ellos. Fue debido a una de las peleas que tuvieron que el vecino decide delatar a Diego Alpa con los españoles. Estos, furiosos toman a Diego Alpa preso y lo obligan a que los conduzca hasta el lugar en el que encontró plata. Es el 1º de Abril de 1545 cuando los españoles toman posesión oficial del Cerro Rico.
Desde ese entonces hasta la actualidad no se han dejado de extraer minerales de la mina. Existe una referencia irónica que dice que con la cantidad de plata que se ha extraído de este sitio se podía haber construido un puente desde Bolivia hasta España y que con los huesos de los indígenas muertos trabajando en el cerro se podía construir otro puente de regreso. Esto se debe a que se calcula que durante la época de la colonia en Bolivia murieron alrededor de ocho millones de indígenas trabajando en el cerro.
La época colonial es lo que dura el apogeo de la plata, a partir de 1825 con la era Republicana se le da más importancia a otros minerales como el estaño y con eso nacen los Barones del Estaño, entre ellos Simón Patiño I, que son quienes pasan a controlar la minería en Bolivia.
En 1952, los mineros indígenas hartos de la opresión, nacionalizan las minas dando paso a la creación de la Comibol , que actualmente es la empresa más grande en Bolivia que controla la minería. En 1986 Comibol entra en crisis y da paso al surgimiento de las cooperativas que hoy en día también explotan las minas.
Con esta información comenzamos nuestro tour en la mina de Cerro Rico, en un día de trabajo normal para los mineros.
Pero comencemos desde el principio:
A las 8:00am llegamos a South American (www.southamericanturismototal.com), la agencia de tours en Potosí con quienes hicimos el recorrido (se encuentra en la calle Ayacucho, #11, frente a la Casa de la Moneda). Desde ayer Oscar Medinaceli, el dueño de South American, se encargó de organizarnos un tour completo a la mina para hoy, que se apegara a nuestro horario, ya que hoy salimos hacia Uyuni y no se nos podía hacer tarde durante la visita.
Llegamos a la agencia y nos recibió Roger, quien resultó ser un excelente guía. Nos subimos a la camioneta que tenía lista la agencia y nos dirigimos hacia la primera parada: El Mercado Minero. Es aquí donde comienza toda la experiencia.
Este mercado es único en su tipo, aquí encuentras todo lo necesario para los mineros: maquinaria, botas, grasas para maquinaria… pero también las hojas de coca, el “alcohol potable” –también conocido como alcohol etílico, según la etiqueta este es apropiado para su ingesta- que los mineros consumen dentro de la mina y soda para aquellos que gusten mezclarla con el alcohol; cigarros de tabaco, naranja, clavo y canela, para aminorar el olor del azufre, y claro la dinamita. Este es el único mercado, probablemente en el mundo, en el que cualquiera –incluso un niño- puede comprar dinamita legalmente (cada cartucho por menos $2).
En esta parada compramos todo lo necesario para llevar un presente a los mineros a quienes veríamos dentro de la mina: cigarros, alcohol, soda y hojas de coca con su respectivo catalizador – el catalizador hace más fuertes los efectos de la hoja.
Luego nos pusimos la indumentaria necesaria para entrar a Cero Rico: un traje que cubre el cuerpo, casco, botas de caucho, lámpara y su batería atada a la espalda.
Llegamos a Cerro Rico y ahí Roger nos contó la historia del cerro que escribí al inicio de este artículo. Conocimos a David, un niño de 12 años que parece mucho menor, él vive junto con su familia en la mina, su papá trabaja ahí. Sus salidas de la mina son principalmente a la escuela que se encuentra a no mucha distancia del cerro.
David también trabaja en Cerro Rico, vende trozos de diversos minerales a los turistas que pasan por el lugar; sin embargo él no quiere ser minero, “la vida es muy dura ahí adentro” nos dijo apesarado, “yo quiero ser doctor”.
Roger nos preparó para la entrada dándonos las últimas indicaciones para evitar accidentes y comenzamos el recorrido. Los primeros metros dentro de la mina sentí el cambio de temperatura y la falta de corrientes de aire, el olor era extraño y denso, y parecía que la oscuridad nos devoraría, no pude evitar ponerme nerviosa pero fue algo pasajero.
Debíamos caminar sobre los rieles de madera que surcaban el centro del camino, el resto de la superficie podía ser muy inestable. Los rieles estaban inundados de agua lodosa que se va filtrando poco a poco por las lluvias.
Llegamos a una cámara pequeña y llena de polvo, algo asfixiante…. Estaban dos mineros ahí, los perforistas, que como su nombre lo indica estaban haciendo perforaciones en las paredes de la cámara para dinamitarla. Cuando llegamos ya habían perforado y estaban colocando los cartuchos de dinamita en los hoyos.
Los perforistas son los mejor pagados de los trabajadores de la mina ya que su labor requiere de mucha experiencia y habilidad, son quienes mejor deben conocer la mina para poder seguir las vetas y elegir la zona que se explotará.
A su vez es un trabajo que los mantiene expuestos a la inhalación de partículas de minerales, lo cual no se puede evitar ni con el uso de máscaras, solo se puede disminuir su impacto o retrasar los males que acarrea. Las personas expuestas durante largos periodos a la inhalación de este polvo tienden a padecer el llamado “mal de mina” que en su etapa terminal hace que la persona expulse coágulos de sangre mineralizados.
Ahí conocimos a Don Gregorio, uno de los dos perforistas que estaban en la cámara, él ha trabajado en la mina durante 39 años, comenzó a los 10. Aquellos perforistas que comienzan a temprana edad y no toman medidas para protegerse de la inhalación de polvo disminuyen su probabilidad de vida a tan solo 35 a 40 años.
Luego de conocer a Don Gregorio pasamos a otra área de la mina en la cual conocimos al personaje más importante de Cerro Rico: El Tío. Este personaje es nada más y nada menos que la imagen de Satanás, a quien se considera el protector dentro de la mina. El poder de Dios termina al entrar al cerro y comienza el del diablo, mas no como un ser maligno sino como una deidad protectora y proveedora de mineral.
Cuando los españoles llegan a evangelizar traen consigo también la idea del diablo, del ser maligno y cruel que vive bajo la tierra. En las fotografías que utilizaban para instruir en la religión católica, los españoles mostraban a un ser con cuernos y barbas, algo que los indígenas no conocían; sin embargo, antes de la llegada de los españoles los indígenas ya tenían conocimiento de una deidad de la tierra, el Supay o Tata Supaya, quien se encargaba de purificar los espíritus de aquellos atrapados bajo tierra y los llevaba al cielo.
Para los mineros El Tío es el dueño de la tierra y el mineral, es por eso que le llevan las ofrendas de tabaco, alcohol y hojas de coca. Nosotros llevamos también nuestra ofrenda y realizamos el ritual como cualquier otro minero.
Apenas entramos en la cámara en que se encuentra El Tío –algo sofocada, más bien cálida y con fuerte olor a azufre, hojas de coca y alcohol- Roger encendió un cigarrillo y se lo puso en la boca a la imagen en piedra del Tío. Luego continuó con lo que sería el ritual.
El primer paso es recibir las hojas de coca, dado que en la cosmovisión andina todo es dual, deben ser dos puñados de hojas que recibas con las dos manos; esas hojas de coca las esparcirás sobre la cabeza del Tío, para que te dote de inteligencia y concentración, ya que un error en la mina es fatal; luego en los hombros, que simbolizan la fuerza; en el pecho, que simboliza el coraje y la valentía necesarias para trabajar ahí; en las manos, para que El Tío pueda mascar sus hojas de coca ya que es un minero más; y por último la parte más importante: el pene, que simboliza la fertilidad, abundancia de minerales.
Ya que en la cosmovisión andina existe un pacto dual, también hay que ofrecer hojas de coca a la Pachamama o madre tierra.
Luego se repite el proceso ofreciéndole al Tío alcohol puro; “se le puede ofrecer toda clase alcohol: cerveza, ron, whisky… pero siempre es mejor ofrecerle alcohol puro, porque de esta manera El Tío nos retribuye con minerales puros” nos contó Roger.
Cuando se le ofrece alcohol al Tío también se le pone en los ojos, “para que nos muestre el punto exacto donde está el mineral. El pene, que es lo más importante y, a la Pachamama. Bien, luego de esto SIEMPRE hay que acompañar al Tío con un trago. Salud” dijo Roger alzando la botellita de alcohol puro, “Salud Tío. Ahhhhh…. Fuuu” hizo una pequeña pausa después de beber y continuó “Por más fuerte que sea el trago siempre hay que sonreír, no hay que poner cara de desagrado, así El Tío sabe que nos gusta hacer esto; si El Tío se da cuenta que nos desagrada se puede enojar con nosotros”.
Roger nos pasó las hojas de coca y la botella de alcohol y fu nuestro turno de hacer el ritual. Debo decir que lo más difícil es sonreír después de tomar ese alcohol, apenas acerqué la botella a mi boca sentí el fuerte aroma y ardor en los labios que se extendió a la garganta, el esófago y la nariz. Aun así sonreí.
Fu en realidad una experiencia increíble, nada tiene que ver con nuestras creencias pero eso es lo que lo hace más interesante. A los visitantes que no se sientan cómodos haciendo esto –y vayan con South American- no duden en decírselo a su guía y les evitará esta experiencia. Aunque nuestra recomendación es que lo hagan, ya que es una forma de conocer un poco más este lugar, las creencias que se tienen aquí y la simbología tan basta que existe en Bolivia.
Al irnos El Tío había ‘fumado’ todo su cigarrillo “eso significa que le gustó la visita ¿lo ven?” nos dijo Roger conforme salíamos de la cámara.
Seguimos recorriendo las entrañas de la mina, nos topamos con varios mineros más que estaban trabajando en diversas cosas. Ya que los días anteriores fueron de fiesta, hoy apenas reiniciaron labores…
Se escuchaban intensos sonidos de explosiones a lo lejos, la primera vez en mi vida que escucho una explosión, tenía miedo de que hubiese algún derrumbe pero Roger –quien fue minero por una temporada- nos explicó que no había peligro ya que las explosiones estaban a unos 60 metros.
Tuvimos una corta charla con dos de los mineros, ellos estaban bajando una carretilla varios niveles hacia abajo a través de un ‘cuadrado’, un hoyo que permite acceso a los niveles inferiores o superiores. Nos dimos cuenta de que los minores parecían más que abrumados –como pensamos que estarían- optimistas y orgullosos de su trabajo. “Solo al principio es terrible, cuando te acostumbras… bien, sin novedad” dijo uno de ellos, un hombre ya mayor que lleva 10 años trabajando en Cerro Rico.
La mina es gigantesca y bastante inestable debido a las cavidades y túneles que se han hecho en el cerro en los más de 400 años que lleva siendo explotado. Ahí adentro todo se trabaja de una forma muy rudimentaria y artesanal.
Tres hombres se encargan de jalar el carro en el que se transportan los minerales, que lleno pesa 1.8 toneladas; dos hombres empujando y uno dirigiendo al frente, no puede haber un solo error o puede ser mortal. El carrito lo llevan por pasadizos muy reducidos en tamaño, llenos agua y lodo que cubren los enclenques rieles de madera.
Si los minerales se extrajeron de un nivel más elevado que el riel, entonces se coloca el carrito debajo de uno de los ‘cuadrados’ y el minero debe empujar el mineral nivel por nivel hasta depositarlo en el carrito. Entonces se le lleva al exterior.
En Bolivia ser minero es uno de los oficios mejor pagados, los salarios son altos y son los mineros quienes más poder adquisitivo tienen; sin embargo, no es algo evidente. Mucha de la gente que se dedica a la minería, a pesar de los buenos sueldos, no han mejorado sus condiciones de vida. No me refiero a que usen ropa de marca o que tengan coches de último modelo, sino a sus hábitos de higiene, alimentación y educación.
Salimos de Cerro Rico impresionados por todo lo que habíamos visto allá adentro, emocionados de haber estado en una mina que aun esta en funciones –no solo vimos a los mineros, ¡oímos las explosiones!- y satisfechos de todo lo que aprendimos acerca de este legendario Cerro Rico…
Con base en la experiencia que tuvimos les recomendamos ampliamente que visiten este sitio, no sabemos cuánto más le quede de vida útil, así que aquellos que tengan la oportunidad no dejen de venir. No duden en contactar a Oscar Medinaceli de South American, les ofrecerá un servicio 100% profesional, increíblemente amable y amigable, y por supuesto, una visita informada, interesante y única.
Para terminar con nuestra experiencia pasamos a South American a despedirnos de Oscar y felicitarlo por el excelente servicio que nos brindó Roger, nuestro guía. Dijimos adiós y emprendimos nuestro camino hacia otro, no menos enigmático lugar, el salar de Uyuni.
Hicimos tres horas de camino hasta llegar al pueblo de Uyuni, los paisajes del recorrido eran espectaculares y totalmente diferentes uno del otro. Vimos una impresionante de alpacas, llamas y vicuñas que pastan con libertad a los lados de la carretera y claro, hay que tener mucha precaución porque cuando se les da la gana cruzan la autopista.
Llegamos a Uyuni al anochecer, de lejos parecía un pueblo fantasma cubierto de neblina. La temperatura es aún más baja que en Potosí, el frío hace que se entiese el cuerpo y los pulmones duelan al respirar.
Hay mucho más de lo que imaginamos que habría: restaurantes -la mayoría pizzerías-, hostales, hoteles, farmacias, cybers, tiendas de artesanías, pubs y demás cosas. El reto de la noche será mantener el calor en la Zaigua y no sufrir tanto frío mientras dormimos…. Ya mañana averiguaremos más datos acerca del salar y cómo haremos para llegar allá.
Andrea
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Joan Plata (lunes, 23 noviembre 2015 08:23)
:) Gracias.