Finalmente hoy es la fiesta que nos trajo a Potosí: la celebración de Ch’utillos, también conocida como la festividad de San Bartolomé. Para nuestra mala suerte, hoy despertamos y estaba nevando… aunque no fue suficiente para amedrentar a los bailarines.
En cuanto a la historia de este evento existen varia versiones y todo indica que ni los historiadores locales han logrado ponerse de acuerdo. Una de esas versiones cuenta que a finales del siglo XVI los jesuitas habían asumido el liderazgo religioso en la región; se dice que fueron ellos quienes comenzaron a difundir la noticia de que en una quebrada llamada “La puerta” – a 7km de Potosí- se escondía el diablo y quien pasase por ahí, hombre o animal, moriría.
La historia cuenta que los indígenas de Catumarca comenzaron a adorar a ese ser maligno, rindiéndole culto a cambio de favores. Algunos historiadores, entre ellos Chacón y Bartolomé Arsanz de Orsúa, afirman que el culto tuvo sus orígenes en “tiempos inmemoriables”, en la época precolombina en el periodo colla o aymara.
Según una versión, bajo la influencia de los españoles religiosos de la época se entronizó la imagen de San Bartolomé y se hizo correr el rumor de que el santo había vencido a satanás en esa cueva.
De esa manera dio inicio la tradicional fiesta patronal que celebran todos los potosinos, aunque la mayoría de los locales no tienen idea del porqué de la celebración. En la actualidad esta fiesta parece no tener nada de religioso, convirtiéndose más bien en una celebración folclórica, llena de color, música de banda y bulla como dicen acá.
Ch’utillos se divide en dos fechas, el último viernes y sábado del mes de agosto; la primera fecha, que es hoy, recibirá a los danzantes locales que llevan los bailes autóctonos de Potosí. Mañana que es el segundo día, llegaran danzantes de toda Bolivia con muestras diversas del folklor nacional –algo más similar a la Urkupiña.
A media mañana nos pusimos en camino hacia el lugar por donde pasaban los danzantes. Los grupos recorren cinco kilómetros de la ciudad bailando al ritmo de las bandas de música.
Llegamos a uno de los sitios del recorrido, aún no había mucha gente y la que había estaba acomodándose en sus sillas, sofás –sí, sofás que habían sacado a la calle-, o en las piedras de un cerro que rodeaba la calle.
Las temperaturas estaban muy bajas y el viento corría muy frío así que varias personas sacaron sus mantas y envueltos en ellas veían el espectáculo. Me daban bastante envidia porque yo estaba que me helaba de frío.
Seguimos la línea del recorrido hasta llegar a un buen lugar en el que pudimos sentarnos, las aceras estaban numeradas, cada número era un metro y pertenecía a quien hubiese pagado por el para ver a los danzantes. David y yo –sin saberlo en ese momento- vimos espacio libre y rápidamente nos sentamos ahí. Escuchando a la gente hablar y pelear por sus “números” nos dimos cuenta de que toda la acera estaba comprada y aquellos que no habían comprado un lugar pasaban el rato de un sitio a otro hasta que los dueños llegaban. Por suerte el propietario de nuestros asientos en la acera nunca apareció y pudimos ver y bailar con los grupos.
El frío incrementaba conforme pasaban las horas, pero eso no detenía a los participantes de Ch’utillos que no dejaban de bailar a pesar de sus ligeras ropas.
En realidad parecía que la ciudad entera estaba ahí, sino bailando sí de espectadores o vendedores. La oferta de cosas para comprar era bastante amplia: helados, burbujas, gorras de cartón, gafas, máscaras, folletos de información, juguetes, globos, peluches, chocolates o casi cualquier dulce, sándwiches, platillos de cerdo, platillos de charque –carne seca-, hamburguesas, hotdogs, refrescos y cerveza, mucha cerveza…
En total bailaron 38 grupos y prestaron varias danzas que no se vieron en la Urkupiña. Es impresionante el colorido de la vestimenta, lo saturada en detalles que esta cada prenda y lo bonitos que se ven los trajes pieza a pieza. Los danzantes son de todas las edades, se pude ver tanto a adolescentes como a ancianos bailando los diversos sones.
Vimos el espectáculo hasta que anocheció y no pudimos más con el frío, sin el calorcito del sol la temperatura era insoportable. Eso sí, los danzantes no paraban… La celebración duró hasta primeras horas de la madrugada. Nosotros desde la Zaigua, a muchas cuadras de distancia seguíamos oyendo los tamborazos.
Esto ha sido solo el comienzo, mañana la fiesta seguirá…
Andrea
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Alejandro (domingo, 01 septiembre 2013 19:54)
Me alegra q el dueño nunca haya aparecido jajaja que interesante es leerlos es como leer un libro jejéje un saludo Andra y David, abriguence mucho
Zaigua (lunes, 02 septiembre 2013 11:25)
Que bueno que te guste Alejandro, nos estamos abrigando con todo, hace un frío del carajo. Un abrazo.