Hace un par de noches, revisando nuestra estancia en Chile, nos dimos cuenta de un pequeño error: hay meses con 31 días que no habíamos tenido en cuenta a la hora de contar nuestro visado chileno, en vez de tener que salir como muy tarde el domingo, a más tardar tengo que estar saliendo mañana. Con la Zaigua todavía quejumbrosa ,era un riesgo esperarme hasta el último día para salir de Chile, así que organicé todo como pude y me puse en marcha. No me pude despedir como me hubiera gustado de Jon y Ale, nuestros anfitriones, pero es muy probable que en Enero nos volvamos a ver por lo que ya haremos despedida y bienvenida a la vez.
Aunque no era hora pico, el tráfico de Santiago me tragó y me demoré mucho en ir a por la rueda de repuesto. La verdad que se nota que en Chile hay mucha educación vial, especialmente si lo comparamos con otros países de Latinoamérica, pero ya no me acostumbro a perder el tiempo innecesariamente en la Zaigua. Además me tocó un atasco y estuve casi dos horas parado para poder salir de Santiago. Por cierto, ni ayer ni hoy pagué el famoso Tac (el peaje para utilizar las autopistas de Santiago) espero que no me lo quieran cobrar en el futuro…
Me dirigí hacia el paso de Los Libertadores, me habían advertido que este paso es bastante complicado y durante el invierno se puede llegar a cerrar incluso por semanas debido a la acumulación de nieve. No me tocó mucho tráfico de vehículos particulares pero sí muchos camiones en ambos sentidos. Además estaban reparando el asfalto y estuve parado mucho tiempo. La Zaigua se comportaba de nuevo de una manera muy extraña, me temía que en cualquier momento decidiera pararse indefinidamente. Por suerte, conseguimos llegar hasta el famoso túnel Cristo Redentor que cruza los Andes y une Argentina con Chile (por cierto, el peaje de este túnel es más caro durante los fines de semana). Lo curioso de este túnel es que justo a la mitad está el límite fronterizo entre Chile y Argentina.
Una vez que salí del túnel me recibió un oficial argentino, me dio unos formularios y me indicó que tenía que hacer todo el trámite chileno y argentino al mismo tiempo en Horcones. El paisaje era hermoso y me encontraba muy cerca del Aconcagua, la montaña más alta del hemisferio occidental, seguro que si fuera invierno no estaba tan relajado.
Cuando llegué a Horcones me indicaron que tenía que pasar a una especie de hangar enorme. Allí me puse en fila y esperé mi turno. Había varias cabinas compartidas por un oficial chileno y argentino que hacían que todo el trámite fuera más rápido. Supuse que estas instalaciones cubiertas serían muy útiles cuando las temperaturas no suben de 0º C durante días. En sí, todo el trámite fue sencillo, me sellaron mi salida en mi pasaporte, entregué el permiso temporal de la Zaigua, me sellaron la entrada en Argentina y a la hora de hacer el permiso vehicular del lado argentino, a un oficial se le ocurrió complicarme la vida. Me dijo que no podía pasar con la combi si no podía demostrarles que vivía en México. Le expliqué que no entendía la razón, tenía el título de la furgoneta a mi nombre y en todas las fronteras anteriores eso había bastado, yo estaba en tránsito y no estaba importando ningún vehículo. Nada, que tenía que llevarles algún documento. Buscando en el baúl de los recuerdos encontré el contrato de mi banco de México y una carta de recomendación y con eso ya se quedaron más a gusto. La verdad que luego al final todos nos relajamos y acabamos hablando, como no, de fútbol.
Para todos los trámites ni tuve que pagar nada ni me revisaron la Zaigua, en cuanto abrieron la puerta casi se caen para atrás del susto. Sin embargo muchas personas nos han dicho que de ambos lados los oficiales son muy estrictos y hay que tener cuidado con el tipo de artículos que se quieren importar de un país a otro.
Cuando acabé con todo el papeleo ya era de noche y estaba bastante cansado, llevaba de un lado para otro todo el día. No iba a llegar a Mendoza, así que me propuse llegar hasta Uspallata (a unos 80 kms) para pasar la noche.
Al llegar a Uspallata me dio buena vibra. Se veía tranquilo y seguro, justo lo que necesitaba. Ahora estoy cenando en un lugar de comidas rápidas que aceptó mis dólares a un buen cambio y a dormir, mi primera noche en Argentina, que raro se me hace estar en otro país.
David
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