El día de hoy ha sido un día largo, interesante y productivo. Aquellos que tengan interés en Bariloche y sus alrededores, quizá encuentren esto de ayuda. David y yo llegamos con ideas que se alejan de la realidad acerca de esta ciudad; yo la imaginaba surcada por grandes avenidas, muy moderna y llena de opciones. David pensaba en Bariloche como una gran San Martin de los Andes, o para ser más clara, se la imaginaba rustica, con tradición de pueblo de montaña, tranquila y un tanto más conservadora.
Quizá sea una fusión de todo eso, o nada de lo anterior. Bariloche parece ser más una ciudad en transición. Moderna y rustica, tranquila pero ruidosa, algo desordenada, mas comercio que tradición… Un lugar bastante disfrutable si tienes el dinero para meterte en uno de los cafés o chocolaterías –nada baratos- de la calle principal; o bien, si en vez de eso te vas a las cercanías o visitas los museos.
Nosotros optamos por lo último: muy cerca de Bariloche, se encuentra Circuito Chico, que como su nombre lo indica es un circuito, que recorre el Parque Municipal Llao-Llao en el cual hay varias opciones para hacer senderismo.
Preparamos el desayuno en uno de los descansos de la ruta, y después de tomar café decidimos hacer una caminata hacia uno de los miradores del sitio. Honestamente nos intimidaba un tanto la idea de dejar sola la camioneta porque hemos escuchado de turistas a quienes roban mientras pescan, caminan, escalan, etc., pero llegamos a la conclusión de que esos miedos hay que ir dejándolos atrás, al fin y al cabo el que no arriesga no gana y nosotros hemos tomado ya todas las precauciones posibles para evitar un posible robo. Nada malo sucedió.
Hicimos una caminata apta para la mayoría, sin nivel de complicación alguno. Llegamos al mirador y tuvimos una panorámica del Lago Nahuel Huapi. El viento corría frío pero el sol a su vez nos daba bastante calor.
Seguimos la caminata hacia Lago Escondido, dentro del mismo sendero.
Luego de un tramo corto llegamos al lago que se encontraba encerrado entre pinos.
Nos vino bien la caminata matutina, conforme llegábamos a la salida notábamos cada vez más gente llegando, así que si prefieren las caminatas solitarias lo mejor –como siempre- es comenzar temprano.
Nuestro siguiente sitio a visitar fue la Colonia Suiza, famosa por los chocolates, jaleas y platillos que se preparan. Nos encontramos con un sitio pequeño pero muy concurrido. Lindo, organizado y con precios muy accesibles.
Colonia Suiza se encuentra a solo 25km de Bariloche, metida en el bosque. La ruta que nos llevó hasta allá era pavimentada mayormente, solo tuvimos unos 4km de terracería –o ripio, como dicen por acá.
Hay una calle principal, en la que se encuentra la feria de artesanías; estacionamos cerca de la estación de policía –porque era el único espacio disponible ¡y eso que es miércoles!- y comenzamos el tour.
Esta pequeña, pero prospera, colonia se estableció a finales del siglo XIX con la llegada de los hermanos Félix y María Camilo Goye. La Ley de Hogar, promulgada en 1902, favoreció a que más familias suizas se establecieran en el lugar.
Apenas nos bajamos de la Zaigua vimos pequeños puestos de madera en los que se vendían jaleas de frutos del bosque y escabeche de ciervo y trucha. Otros vendiendo helados artesanales, pasteles, cafés… Todo se me antojaba.
Pasamos a la feria artesanal y la oferta solo se hizo más amplia: empanadas, más pasteles, cerveza artesanal, café, helados, sándwiches, por supuesto artesanías y el famoso curanto.
El Curanto es un platillo que se originó en Chiloé, Chile y desde hace años los habitantes de Colonia Suiza lo preparan para los comensales que vienen de distintos lugares a comerlo. La forma tradicional de preparación es cavar un hoyo en la tierra en el que se colocan rocas, mismas que se calientan con una fogata hasta que toman un color rojo. Sobre las rocas se colocan hojas aromáticas y encima la carne y los vegetales, que pasan por un proceso de cocción lenta.
Los ingredientes que pudimos ver, eran papas, zanahorias, carne de res, pollo, chorizos y calabazas. Por lo que hemos leído, el curanto tradicional se prepara también con mariscos.
Tuvimos la suerte de ver el proceso de preparación, que fue bastante ilustrativo. Esto solo lo preparan los miércoles y los domingos, y por lo visto hay varias familias que visitan la Colonia Suiza especialmente para comer curanto. No pudimos comprar nuestra porción porque se nos salía del presupuesto, pero no nos quedamos sin probar las empanas de ciervo y la cerveza roja artesanal. Nada mal…
Luego de nuestra hora de pinchos salimos rumbo a Bariloche pero nos detuvimos en el camino bajo un árbol legendario –que se cree tiene unos 350 años de edad-, bajo la sombra preparamos nuestro almuerzo y comimos con toda la tranquilidad del mundo.
En la fase final del parque nos encontramos con un sitio muy interesante: El Cementerio del Montañés. En este sitio están enterrados varias personas, hombres y mujeres apasionados por la montaña y que por cuestiones variadas han perdido la vida, sus restos descansan en este sitio que se encuentra precisamente en la montaña.
Si lo visitan, no olviden que es un cementerio más que un sitio turístico y lo más importante para visitarlo es ser respetuosos. Este es un sitio muy especial para los amantes de la montaña, especialmente de Bariloche y por supuesto, para las familias de quienes han sido enterrados en este sitio.
Había mucho tráfico en la carretera hacia Bariloche y en la ciudad muchísimo movimiento. Decidimos visitar los museos de la ciudad comenzando por el de Paleontología y el Museo Ictícola que presenta la fauna marina de la Patagonia; pero no tuvimos suerte con ninguno de los dos: para el primero había que dejar la camioneta en la costanera y ya nos han advertido que es una zona muy proclive a robos, y el segundo estaba ya cerrado –funciona solo de las 8:00am a las 2:00pm. Así que nos fuimos al Museo Patagónico que se encuentra en el Centro Cívico y estacionamos la camioneta en la placita contigua.
En el museo nos fue excelente y aprendimos bastante. Muchas de las dudas que teníamos acerca de la Patagonia se aclararon y nos encontramos con datos de sucesos que ni nos imaginábamos. Es un lugar muy recomendable.
Este sitio abrió al público en el año 1940 y en 1989 el edificio fue declarado Monumento Histórico Nacional. Se divide en seis áreas principales, cada una con un tópico diferente acerca de la región.
La primera sala da un antecedente acerca de la geografía y climatología de la Patagonia, así como los cambios que ha sufrido esta zona a lo largo de millones de años. La información nos permitió por fin entender formaciones montañosas extrañas que hemos visto en la ruta y la razón de porqué hay tan variados microclimas. La segunda estancia ilustra la flora y fauna patagónica con dioramas de animales y fotografías.
Le sigue el pasillo dedicado al Doctor Francisco Moreno, por quien se ha dado el nombre al glaciar –Perito Moreno. Este hombre hizo grandes cosas por Argentina, entre otras: litigar para que Argentina conservase sus lagos frente a Chile; y ser un pionero de las reservas públicas de parques nacionales en el país.
Antes de la llegada del hombre blanco a la Patagonia, existían ya grupos nativos que más tarde serían “descubiertos” por los conquistadores. E habla de cinco grupos étnicos: Los Yamanas o Yaganes, los Onas, los Tehuelche, los Pehuenche y los Mapuche; cada uno con sus historia y sus formas de organización social, y con parecidos entre una y otra. Lo más impresionante de esta sala es descubrir las condiciones en las que vivía la gente en esta área tan agreste y de climatología tan extrema. Ver testimonios de sus viviendas y ropas, es algo único.
La sala contigua nos presenta una colección de artefactos que muestran el desarrollo cultural de la Patagonia, desde utensilios encontrados en sitios arqueológico que datan de más de 13,000 años como objetos hechos a principios de la era cristiana por ancestros de los Tehuelche.
La última sala del museo muestra el cruel conflicto que se conoce como la Conquista del Desierto, que acabó con los grupos étnicos de la Patagonia, como estrategia del hombre blanco para preservar sus intereses y crecimiento económico.
Este museo hay que visitarlo sin prisas para no perderse detalle de esta enigmática región del mundo. En nuestro caso, salimos del lugar con una perspectiva mucho más clara de lo que es la Patagonia hoy en día y de historia.
Ahora ya es tarde, así que probablemente regresemos al sitio en el que pasamos la noche ayer. Ha sido un día largo y agradable, y en cuanto a Bariloche, cada vez nos familiarizamos más con el ambiente.
Andrea
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