Cruzando fronteras

Ya aprendimos que para dormir bien con temperatura patagónica hay que ponerse doble pijama y calcetines para esquiar. Con ese atuendo ya no hay frío que nos despierte, así que anoche dormimos muy bien. El día de hoy hicimos un gran avance en la ruta, kilómetros y kilómetros de recorrido, no serán los días más entretenidos pero vaya que valen la pena. Salimos de Río Gallegos y no nos detuvimos hasta el Paso de Integración Austral entre Chile y Argentina. Para llegar a Tierra del Fuego hay que hacer un extenuante cruce de fronteras en pocos kilómetros, que confunde a cualquiera.

Lo primero fue pasar de Argentina a Chile, hacer los trámites migratorios y de aduana pertinentes, además de deshacernos de cualquier elemento vegetal o de origen animal que llevásemos, ya que está prohibido pasar con ellos.

Ya en la revisión aduanera nos dimos  cuenta de que teníamos  con nosotros algunos huevos, que requisaron y nos hicieron poner en la basura.  Es una tristeza toda la comida que se desperdicia, entiendo bien que son medidas para evitar propagación de plagas, etc., pero aun así me parece mal que alimentos en buenas condiciones terminen en el vertedero.

Una vez en Chile tomamos un ferri que nos llevaría a la isla de Tierra del Fuego, atravesándonos el Estrecho de Magallanes. La agencia que nos llevó se llama Transbordadora Austral Broom, fueron ellos quienes se encargaron de llevarnos a la Zaigua a David y a mí al otro estrecho; tuvimos  la fortuna de que la empresa conociera nuestra travesía y el proyecto que estamos realizando, gracias a ello nos eximieron de todo gasto. El trayecto en el agua duró poco tiempo, pero fue suficiente para que alcanzáramos a ver un delfín nadando al lado de la embarcación.   

Una vez en la isla de Tierra del Fuego continuamos recorriendo kilómetros entre asfalto y terracería con lluvia constante.  Nos causó mucha emoción estar por fin del “otro lado”, cada vez más cerca de Ushuaia -El fin del mundo. 

En el camino vimos una  gran cantidad de guanacos y un par de zorros a punto de cruzar la carretera. En la Patagonia, además de ser muy cauteloso con el viento, uno debe poner suma atención a que uno de estos animalitos no este cruzando la carretera cuando uno pasa; en el caso de un guanaco, que son mucho más grandes, se corre el riesgo no solo de matarlo, sino de tener un percance aun mayor dependiendo de la fuerza del impacto.

Después de un rato llegamos  a la segunda frontera, un lugar llamado San Sebastián, ahí terminaba nuestra ruta en Chile y entrabamos de nuevo a Argentina. Ahí dimos de baja el permiso de la camioneta –que nos habían dado horas antes- y también nuestro periodo de estadía en el país.

Del lado argentino hicimos los trámites pertinentes para entrar al país –migración y aduana-, que en este punto fue un proceso mucho más rápido y sencillo que en los pasados. Luego de esto continuamos recorriendo kilómetros, ahora en Argentina, hasta que se hizo de noche.

Estamos  en una ciudad llamada Río Grande –en la costa del Atlántico-, hace mucho frío y el viento es muy fuerte; es imposible cocinar así que optaremos por buscar algo para comer fuera y nos quedaremos a dormir cerca de la estación de policía porque el cuerpo ya no nos da para más.

En lo poco que hemos estado aquí ya notamos un descenso en el precio de la gasolina, pero también notamos que la comida preparada es mucho más cara –fácilmente el doble que en sitios más al norte de Argentina, así que esto de no poder cocinar no nos ayuda nada.

Todo indica que mañana se cumplirá uno de los objetivos de Zaigua Through the Americas: ¡llegar al fin del mundo!

Andrea