La Patagonia pasa factura

El día entero lo dedicamos a la reparación de la Zaigua, que ayer comenzó a fallar en la carretera antes de  que llegásemos a Río Gallegos.  Por suerte esta vez la ciudad nos recibió con un clima mucho más benévolo que la vez pasada y sin viento –no lo podíamos creer.

Lo de encontrar mecánico se complicó un poco, visitamos varios pero o estaban ocupados o ni siquiera se encontraban en el recinto.  Ya que no podíamos esperar a que llegasen o se desocuparan seguimos dando vueltas por la ciudad hasta que dimos con uno –Jaime-, que a pesar de tener varios vehículos en obra, nos recibió la camioneta.

La falla era un rodamiento que prácticamente se había pulverizado, estaba tan mal que hacía que la llanta “bailara” de un lado a otro y eso afectaba el funcionamiento de las otras tres, desestabilizando por completo la camioneta.

Además de cambiar el rodamiento –del que por suerte traemos repuesto desde Lima; allá cada uno costo 25 dólares, aquí cada uno cuesta 100 dólares-, también se le cambió la bota que protege el semieje, ya que también estaba rota y eso permitía que entrase suciedad.

Ya por la tarde, una vez que la camioneta estuvo lista, tomamos unos mates  con Don Jaime –el mecánico- y negociamos un descuento que al final aceptó darnos.  El hecho de estar en la Patagonia, lo hace casi todo más caro, y el arreglo mecánico no fue la excepción.

Por lo pronto la camioneta funciona bien, parece que dieron en el clavo con la reparación, ojala así sea. Ya es tarde así que buscaremos otra estación de servicio para pasar la noche y mañana temprano comenzaremos a hacer camino hacia el norte, porque ya nos hemos retrasado bastante.

Lo bueno es que la Zaigua sigue rodando!

Andrea