La lluvia por fin cesó y pudimos ver el sol, con eso descubrimos un Puerto Madryn totalmente distinto al que vimos ayer opacado por nubes llenas de agua. El cambio de clima me sacó encima el mal humor que me provocaba sentir la ropa y la camioneta húmedas, tener frío y no poder hacer nada.
Hoy Puerto Madryn se levantó activa, soleada y con colores totalmente distintos a los de los días pasados –ya que aquí la lluvia lleva más de un día. Por otro lado, hoy siguió el recuento de los daños que dejó el temporal, uno de ellos es el desbordamiento del Río Verde y con ello la caída del puente que comunica la provincia del Chubut con Río Negro –dicho burdamente, que comunica el sur con el norte. No hay caminos alternos que puedan ser transitados rumbo al norte del país, excepto el de la Ruta 40, que se encuentra al otro lado del país. Por lo tanto, tendremos que permanecer en Puerto Madryn hasta nuevo aviso.
Dadas las circunstancias, optamos por aprovechar el tiempo que pasaremos en este sitio, así que nos fuimos a visitar los museos de la ciudad para mantener los ánimos arriba y funcionó a la perfección.
Nos llevamos una muy grata sorpresa al descubrir lo ameno que es pasear y aprender los dos centros culturales que ofrece Puerto Madryn: el Museo Provincial del Hombre y el Mar y el Ecocentro.
Comenzamos por el Museo Provincial del Hombre y el Mar que se encuentra dentro de la ciudad, en un hermoso chalet que data de la segunda década del siglo XX, perteneciente a Agustín Pujol –comerciante español que se estableció en Puerto Madryn-, y fue donado a la provincia del Chubut en 1955. Para el año 1972 el chalet abrió sus puertas como sede del Museo.
El hilo conductor de la muestra es el mar y las interpretaciones que el hombre ha hecho a través de los años de este sitio que para muchos fue una incógnita.
La primera fase del Museo nos llevó entre relatos de fantasía de quienes surcaron los mares en busca de la conquista de nuevos territorios en los siglos XVI y XVII, así como los mitos y leyendas Tehuelche.
“(…) nada se sabía de su extensión [del mar] ni su profundidad y ese desconocimiento generaba temor y especulación. Debido a sus movimientos se consideraba que tenía vida propia y es esto quizá lo que provocaba mayor inquietud (…)”
Museo Provincial del Hombre y el Mar
En la exposición se puede observar un gran esqueleto de ballena austral pendiendo del techo y el cuerpo de un calamar extendido a través de la sala, del cual hay un relato:
“(…) quizá una de las más temibles [historias y leyendas], sino es que la mas, de todas ellas fue el KRAKEN, un gigante marino que tenía enormes tentáculos que salían de su cabeza y que atacaba barcos y mataba a todos los marineros de cubierta devorándolos ferozmente. (…)”
Museo Provincial del Hombre y el Mar
Son muchas las piezas y los relatos, cada uno interesante y particular, explicando la pieza que conforma el todo de la historia de estas tierras patagónicas y su mar, a las cuales llegaron conquistadores, aventureros, misioneros, naturalistas que desde su punto de vista la descifraron como lo que llamarían ‘la tierra maldita’.
Para el siglo XVIII otra vertiente se apoderó de muchas mentes: viajar como método para alcanzar la libertar, y la contemplación de la naturaleza como goce.
“Encuentro que con frecuencia se cruzan ante mis ojos las planicies patagónicas, empero las mismas son juzgadas por todos como las más miserables e inútiles. Se caracterizan solo por cuanto poseen de negativo: sin habitantes, sin arboles ni agua, sin montañas, solo poseen plantas enanas. ¿Por qué entonces tienden esas tierras áridas a tomar posesión de mente? ¿Por qué la más plana, más verde y fértil pampa, que es útil al ser humano no produce igual impresión? Apenas me lo explico pero en parte debe ser por el horizonte que aquellas dan a la imaginación”
Darwin
En la sala de Muestras Temporales, descubrimos un sin número de datos acerca de la ballena franca austral, que nos eran totalmente desconocidos. También se da a conocer el programa que está siendo implementado por el Instituto de Conservación de las Ballenas para lograr más avances en cuanto a la protección de la especie, la reducción de amenazas y promover estudios no letales: Adopta una ballena.
Este programa recibe el apoyo económico de particulares interesados en la conservación de la ballena austral y de su hábitat. Realmente me pareció un modelo a seguir para otros países en los que las ballenas son mucho más vulnerables y no pasan de ser atractivo turístico.
Algo que se destaca es la necesidad de la cooperación internacional para asegurar la conservación de hábitats y disminución de amenazas a la especie; por sus cualidades migratorias generan lazos entre diferentes países.
El resto del museo concentra interesantes datos históricos y actuales acerca del desarrollo de la ciencia y el océano, la contaminación ambiental, especies en peligro y la pesca; también hay salas dedicadas a la botánica implementada por los tehuelches y que hoy en día ha resurgido como una opción natural para tratar males físicos.
En fin, son muchos los datos, objetos, animales y escritos que uno puede observar y disfrutar en este museo. Para aquellos que tengan planeado visitar Puerto Madryn no se lo pueden perder, es una agradable forma de aprender más de la Patagonia, de la visión que el hombre ha tenido del mundo durante siglos, de las especies con quienes compartimos el planeta y de cómo afecta nuestro comportamiento al ciclo de la naturaleza. Además, el costo de entrada es completamente accesible para todos.
Luego de esa visita tan ilustrativa, nos fuimos a disfrutar del sol a la costanera. Era impresionante la cantidad de personas haciendo deporte bajo el sol: corriendo, caminando o en bicicleta; con la pareja, el perro o los(as) amigos(as). Nos les unimos y nos pusimos a estirar un poco nuestros cuerpos bajo el sol, entumecidos por los días pasados de carretera, frio e inactividad.
Almorzamos frente a la playa y dejamos a Zaigua también disfrutar de los rayos del sol: la abrimos de par en par para que liberase esa humedad tan hostigosa que ha acumulado y se ventilara un poco. La gente se quedaba impresionada cuando veían todo lo que hay adentro de esa camioneta.
Para continuar con la tarde de recorridos, nos fuimos al Ecocentro – Mar Patagonia: Un centro bastante moderno y amplio en el cual también se aborda la temática del mar, pero de una manera diferente.
Pudimos ver algunos audiovisuales acerca de los lobos marinos, los pingüinos de Magallanes, los leones marinos y varias especies que habitan el abismo del mar. También hay un área entera dedicada a la ballena franca austral, un área con información y fotografías; otra en la cual se la puede ver en una sala como si se la estuviese viendo bajo el mar, algo que me pareció genial; por último la sala de los sonidos, en la que se puede escuchar a las ballenas comunicándose entre sí.
En el Ecocentro pudimos ver también una pileta con moluscos y diversas especies marinas compartiendo el espacio. Si uno observa con detenimiento es posible observar los movimientos casi imperceptibles de algunos o ver a los cangrejos moverse de un lado a otro.
También hay una exhibición de arte en el salón central, y una exposición fotográfica en el segundo piso, así como una cafetería y una terraza para pasar la tarde leyendo o tomar un café.
Nosotros optamos por terminar nuestra tarde en la torre: un salón rodeado de ventanales desde los que pudimos apreciar los comienzos del atardecer. Perfecto.
Por la costanera nos deslumbraron los colores que iban tomando las nubes frente al mar y sobre las embarcaciones que flotaban en las tranquilas aguas.
Ahora nos dirigimos a la Reserva Natural Peninsula Valdes, en donde esperamos ver elefantes marinos y con mucha suerte, orcas!
Ojala el sol nos acompañe por mas días…
Andrea
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