La Zaigua ya quedó lista, el sábado fuimos al taller de Marcelo a que le hiciera el último arreglo: cambiar el extremo izquierdo de la dirección.
Fue algo muy rápido así que esta vez apenas y si charlamos un poco. Antes de irnos Marcelo nos dio las últimas recomendaciones –dónde comprar en Buenos Aires repuestos mecánicos, etc.- y nos despedimos.
El resto del día lo pasamos frente al muelle vendiendo artesanías, con lo cual nos fue bien y pudimos recuperar lo gastado en arreglos mecánicos.
Tuvimos varios clientes muy agradables que se quedaban un rato platicando con nosotros, contándonos o preguntándonos cosas, eso nos aligeró el día.
Vimos un hermoso atardecer frente al mar, probablemente es eso lo que más me ha gustado de Puerto Madryn: sus atardeceres rosados.
Quedamos de vernos con Martín y Anahí en un restaurante para cenar ya que era nuestra última noche ahí. Comimos un rico bife y probé un cordero como nunca lo había comido –es más, ni siquiera como cordero porque simplemente no me gusta su sabor, pero este…-; tomamos también una cerveza artesanal de Madryn que me gustó mucho, en fin, la pasamos muy bien. Poco después de terminar la cena decidimos continuar la noche en casa de Martin y Anahí. Así nos dieron las cuatro de la mañana: charlando y brindando, nada mal.
Pasamos la noche ahí y hoy –más tarde de lo planeado- nos despedimos de los chicos y les agradecimos lo buena onda que han sido con nosotros y toda la ayuda que nos han dado. Nunca imaginamos que nos quedaríamos aquí por más de una semana, y tampoco que haríamos buenos amigos. Ha sido una grata sorpresa.
Antes de salir de nuevo a la carretera quedamos con Pablo para despedirnos, él estaba en casa de sus padres así que fuimos allá a verlo.
Nos recibió acompañado por su madre y su abuela. Sin duda una familia muy linda y sumamente agradable. Pronto estábamos sentados en el comedor tomando mate y comiendo un postre de maní, contando y escuchando historias. Daban ganas de quedarse ahí toda la tarde pero teníamos que continuar.
Nos despidieron con muchas uvas, una botella de vino y abrazos. La familia de Pablo es una de esas en las que al poco tiempo ya te sientes querido, fue una muy agradable visita de despedida. Además, por supuesto estaba Pablo, tan dispuesto y buena onda como el día en que lo conocimos en el Istmo.
Dejamos Puerto Madryn, salimos tan tarde que pronto ya estaba oscureciendo. Llegamos ya de noche a Las Grutas –apenas a unos 250km de Madryn- teníamos mucha hambre así que nos fuimos directo a por la cena en un pequeño restaurancito cerca a la estación de policía frente a la que dormimos. Cenamos rabas –calamares empanizados- y unas empanaditas.
Ahora a dormir que es muy tarde y la carretera nos agotó luego de no estar en ruta por semana y media.
Andrea
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