Sobrevivimos perfectamente a nuestra primera noche durmiendo en la calle en Buenos Aires, la segunda ciudad más grande de Latinoamérica. Contrario a todas las recomendaciones que hemos recibido, nos quedamos aparcados en la calle y no en una cochera; no por desafiar al destino ni nada eso, sino porque las cocheras son carísimas aquí en la capital y de quedarnos en una no nos dejarían dormir en la camioneta, además sentimos que encontramos un buen sitio: frente a una comisaria en San Telmo.
Hasta ahora va todo de maravilla. Por la noche lo único que nos perturbó fue un grupo de hombres que estuvieron conversando justo detrás de la Zaigua, desde las cuatro de la madrugada hasta eso de las 10am. En un principio me dio miedo que fuesen vagos buscando algún cristal que romper/algo que robar, así que puse atención a lo que decían. Resultó que solo hablaban de trabajo, horarios, sus compañeros, y además discutían acerca de quién tenía la razón al nombrar los países de las banderas que adornan la Zaigua.
Esta mañana al salir a pasear, ellos seguían ahí. Lo primero que hicimos fue ir a una de las estaciones de bicicletas que hay en la ciudad, te inscribes sin ningún costo y eso te da acceso a utilizar bicicletas en el microcentro de Buenos Aires, lo cual nos viene muy bien para conocer los alrededores. Una vez inscritos nos dirigimos hacia la Casa Rosada -casa de Gobierno de Argentina- que se encuentra en pleno centro.
Frente a la Casa Rosada se encuentra la Plaza de Mayo, en la que se pueden observar cartelones protestando por los casos de desapariciones-se habla de 30,000 personas desaparecidas- durante la dictadura militar y también algunos otros de apoyo a los excombatientes de las Islas Malvinas.
Caminamos entre las masas de gente varias cuadras hasta llegar al Obelisco –Monumento Histórico Nacional e icono de la ciudad de Buenos Aires. Ahí decidimos parar para desayunar algo y conectarnos a internet en una gran cafetería llena de gente. Entonces tuvimos una experiencia que nos hizo ver nuestra suerte:
Yo tenía que terminar de editar un artículo que escribí en colaboración para la revista The Art Avenue, acerca del Fileteado Porteño. Dado que me iba a tardar David iría a una cita que teníamos pendiente; antes de que se fuera le pedí que me ayudase a cambiar de lugar a uno más resguardado, ya que me quedaría con la laptop, la cámara y los pasaportes –todo estaba en la mochila, excepto la laptop ya que estaba trabajando en ella. A la media hora David, que se quedó un momento para ayudarme con la edición, se dio cuenta de que la mochila no estaba con nosotros. Al cambiar de lugar estábamos tan abrumados que ninguno de los dos la tomó…
Fui directamente a preguntar a los chicos trabajando en el lugar y me pidieron que esperara. A los cinco minutos sale una mujer de la gerencia y me pide mi nombre. “Lo que pasa es que en la mochila están los documentos y no puedo entregártela sin estar segura de que son tuyos” me dice. Se me iluminó la cara al escuchar que la mochila estaba ahí. Me la entregaron diciendo que alguien la encontró y la llevó. Realmente no podíamos creer nuestra suerte–como tampoco nuestra torpeza-, y lo decente que fue la persona que la encontró.
Quedé para verme con Tony, uno de mis mejores amigos y que vive en Buenos Aires hace un año. Fue genial encontrarme con él. Paseamos un rato más entre la multitud. Realmente me está gustando esta ciudad, es mucho más relajada de lo que la esperaba… o al menos la gente no parece tan hostil por estos rumbos.
Hay tanto que ver que es difícil enfocarse y hacer un itinerario, además dan ganas de solo pasear aleatoriamente por ahí…
Ya que falta poco para que comience el invierno, atardece muy temprano. Pronto se estaba ocultando el sol, así que para terminar el día nos fuimos a pasear a Puerto Madero, un área bastante “fresa” y costosa, pero tranquila para caminar. Además se encuentra cerca del sitio en el que tenemos la Zaigua, en San Telmo.
Esta será nuestra segunda noche durmiendo en la “calle”, ojala sea igual que la anterior y mañana mejor que hoy. Es genial haber llegado por fin a la capital.
Andrea
Escribir comentario