En nuestra ruta hacia Ciudad del Este –que colinda con Brasil y Argentina, y es nuestra última parada en Paraguay– nos detuvimos en Caacupé conocida como la Capital Espiritual de Paraguay. Cada año, el 8 de diciembre, miles de paraguayos acuden a este sitio a rendir homenaje a la Virgen de los Milagros de Caacupé.
Luego de esta breve parada seguimos hacia Ciudad del Este acompañados por un clima más frio que el de los últimos días, de hecho, hasta ahora es que podemos decir que se siente como si estuviésemos en invierno.
Llegar a Ciudad del Este fue más o menos como lo imaginábamos: mucho tráfico y un tanto caótico. Esta ciudad se conoce por su afluencia comercial, que va más allá de lo que teníamos en mente: la oferta de artículos es enorme–calzado, ropa, artículos de belleza, tecnología, electrodomésticos, una inmensidad de productos chinos, utensilios para el hogar y un gran etcétera que le sigue a la lista– pero no más que la cantidad de vendedores y compradores–tanto paraguayos como argentinos, brasileños, coreanos, chinos, etc.
Otra cosa que distingue a Ciudad del Este es la inseguridad: asaltos, robos–que es lo que más hemos escuchado en las noticias; además del obvio contrabando de mercadería y piratería.
El centro de Ciudad del Este es como un gigantesco mercado en el que se ofertan productos de diversas procedencias, muchos son de procedencia ilegal. Mas no estamos hablando de una actividad comercial oculta, sino de un lugar al que cualquier turista puede ir de compras –aunque por supuesto, tampoco nos referimos a un centro comercial muy ordinario.
Desafortunadamente no pudimos tomar fotografías ya que optamos por dejar la cámara bien escondida en la camioneta y así evitar correr un riesgo innecesario. Apenas llegamos comenzamos a notar una gran cantidad de guardias de seguridad con armas largas custodiando tiendas, gasolineras, motocicletas, camiones, oficinas y casi cualquier sitio que pudiese ser llamativo para un asaltante.
Tuvimos la fortuna de encontrar un buen lugar para pasar la noche y dejar la camioneta: Senatur–la Secretaria Nacional de Turismo– que se encuentra en pleno centro y tiene algo de espacio en la parte posterior de las oficinas y una quietud que no vimos en ningún otro lugar del centro. El lugar lo custodian dos guardias, uno de día y otro de noche. Ambos han sido muy amables con nosotros y nos han hecho el favor de cuidar la Zaigua mientras nos aventuramos en las callecillas y pasillos de mercadería y comercios durante el día, y también por la noche mientras dormimos.
David y yo compramos una que otra chuchería sin importancia ya que lo que buscábamos no lo encontramos: una estufita de camping que funcione con gasolina como la que traemos de Colombia y que recientemente dejó de funcionar–los últimos días hemos estado a dieta de empanadas y sopa paraguaya. Aquí solo encontramos estufas eléctricas.
Al caer la noche caminamos por algunas cuadras buscando pollo asado–para salir de la rutina de empanadas– y notamos el cambio de ambiente que hay del día a la noche y también la tensión que se ve en los rostros de la gente al notar que un extraño se acerca. Por fortuna regresamos a la Zaigua sin ningún inconveniente, sanos y salvos y con pollo en mano.
Pasaremos una segunda noche aquí en Ciudad del Este y ojala mañana podamos conocer algo más que no sean puestos de ropa y tiendas, para luego continuar nuestro camino hacia Argentina– ¡de nuevo! Andrea
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