Después de un par de días de “mini-vacaciones” en Meaipe ayer volvimos a la ruta, dejamos Espirito Santo atrás y llegamos al estado de Salvador de Bahia con ganas de conocer su costa.
La carretera nacional que recorre Bahia de sur a norte no transcurre en paralelo a la costa por lo que si se quiere disfrutar de la playa, en algún momento, hay que salir de la ruta 101. Evaluando nuestras opciones decidimos probar suerte con la playa do Espelho, una de las más recomendadas del sur de Bahia. A la altura del Parque Nacional do Monte Pascoal nos desviamos a la derecha por un camino que fue empeorando según fuimos avanzando.
Las vistas eran muy lindas, se nota que esta tierra es muy fértil ya que continuamente veíamos plantaciones de papayas, plátanos, cocos y sobre todo café, mucho café. Era la primera vez que veía cafetales y platanales juntos, es más, pensaba que el café era un producto de terrenos más altos.
Después de 50 kilómetros de sufrimiento para la Zaigua, llegamos a la costa cerca de Caraíva. Caraíva es un pequeño pueblo en una península que solo es accesible a través de una barcaza y en cuyas calles está prohibida la circulación de cualquier vehículo a motor. Nos hubiera gustado conocerlo pero se nos hacía muy cara la excursión ya que había que pagar un estacionamiento para la combi y nuestros tickets de ida y vuelta en la barcaza, en otra ocasión será.
Aunque no habíamos hecho muchos kilómetros durante el día, el último tramo había sido agotador y ya lo único que queríamos era llegar a algún lado para poder pasar la noche y ”estirar las patas”. Cuando llegamos a la playa do Espelho se empezaron a complicar las cosas, no encontrábamos ningún lugar donde estacionar, todo eran estancias privadas con acceso a la playa. Al final del camino llegamos hasta un lugar en donde cobraban por estacionar pero nos hacían el favor de dejarnos pasar la noche ahí, algo es algo. Eso sí, mañana de una u otra manera bajamos a la playa, hemos hecho un camino muy largo para irnos sin mojarnos aunque sea los pies ¿no?
David
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