Pasamos bien la noche gracias a que nos hicieron el favor de dejarnos dormir en uno de los estacionamientos que rodean Praia do Espelho. Ya que este lugar esta tan aislado de ciudades grandes no hay contaminación lumínica, lo cual equivale a un cielo limpio y muy estrellado, además sin ruidos de autos.
Esta mañana desayunamos bajo las palmeras y apenas terminamos nos fuimos a conocer la playa. Antes de que tuviésemos que salir del estacionamiento ya que no estábamos pagando y los turistas comenzaban a llegar.
La playa es extensa y el agua limpia. Podíamos ver grandes rocas en el agua contra las que chocaban las olas. Caminamos al lado del mar y las palmeras, no había nadie más que nosotros. A pesar de ser de mañana el sol ya picaba y hacia que pronto ardiera la piel. Aquí a diferencia de todas las playas en las que hemos estado el último año, el agua ya se sentía tibia…
La verdad es que le sitio invita a quedarse, pero no podíamos hacerlo por lo del estacionamiento–las desventajas de un presupuesto muy justo. Pero estábamos seguros de que encontraríamos un lugar lindo donde pasar el día. (Digo... estamos recorriendo la costa de Brasil, faltaría mas!!)
Emprendimos nuestro camino rumbo a Trancoso, un pueblo playero del cual sabíamos poco: que era muy turístico, que tiene algunos de los resorts más exclusivos de Brasil y que estábamos a 20km de distancia. Temíamos que fuese uno de esos sitios en los que no cabe una persona más –que seguramente así lo es durante el verano- y que tuviésemos problemas con lo de estacionamiento de nuevo. Pero no fue así.
A pesar de que si es un sitio sumamente turístico, también tiene su lado cotidiano y de ciudad pequeña. Todo lo turístico gira en torno al “quadrado” que es lo último que uno encuentra ya que esta al “fondo” del pueblo justo frente a la playa. El quadrado es lo relativo a una plaza, hay un gran espacio con césped, una iglesita muy rustica y linda, casitas súper pintorescas alrededor y muchos vendedores de artesanía que adornan el lugar con lo que venden.
Apenas llegamos encontramos un espacio para estacionar. Nos bajamos de la camioneta y conocimos a dos mujeres, una de ellas una chica argentina que vende artesanía y la otra una bahiana vivió una temporada en México. Ellas nos guiaron a la playa y nos invitaron a quedarnos con ellas a disfrutar del mar, que por supuesto que aceptamos inmediatamente!
En el camino conocimos a otra pareja de artesanos, una chica española y un chico argentino. Ellos nos dieron algunos consejos para poder vender mañana nuestras artesanías en el quadrado. Y menos mal, porque parece ser que hay muchas más reglas de las que imaginábamos entre los artesanos que venden aquí en Trancoso y ellos nos las explicaron casi todas.
La playa la disfrutamos bastante, aquí el sol calienta –y mucho-, el agua cambia de color dependiendo del viento y gracias a la barrera de coral que alberga la playa se crean efectos de colores turquesa y marino en el agua. Un escenario hermoso que hace entendible la fama de este lugar.
Cuando regresamos a la Zaigua conocimos a otra pareja, también argentinos: Juliana y Aldo. Ellos también están viajando una parte de Latinoamérica en una Peugeot Partner que han hecho su hogar.
Charlando con ellos, decidimos buscar un sitio en el que pudiésemos quedarnos juntos, ya que ambos dormimos en nuestras camionetas y resulta más cómodo y seguro estar juntos.
Más tarde nos moveremos a l nuevo sitio ya que Aldo y July encontraron un espacio aún más cerca de playa en un área un tanto más reservada y fuera del paso de los carros. Eso sí, parece que no nos vamos a salvar de pagar estacionamiento, lo bueno es que aquí el precio es más módico: 5 Reales por camioneta.
Ha sido un día de sorpresas, que por suerte han sido muy buenas J Cerramos el día en un lugar muy bello, con muchos nuevos conocidos y en nuestro nuevo mini vecindario de viajeros.
Andrea
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