Pasear por la playa es muy relajante, caminar por la orilla mientras el agua refresca tus pies. Sin embargo, andar mar adentro durante unos cientos de metros sin que el agua no pase de tus rodillas dejando atrás la arena y las palmeras es un sueño que se hace realidad en la costa de los corales.
Dormimos en una rotonda de São Miguel Dos Milagres, casi el único lugar con espacio para nuestra Zaigua en este pueblito costero. Como de costumbre nos levantamos temprano (aquí amanece a las 5) y aprovechando que la marea estaba baja dimos uno de los mejores paseos de las últimas semanas.
Esta región se caracteriza por tener una barrera de coral a menos de un kilómetro de la costa y cuando la marea está baja se puede llegar hasta allá caminando. Es una sensación rara ir dejando atrás la playa y que el nivel del agua no te sobrepase las rodillas. Cuando llegamos hasta la barrera el espectáculo natural era fantástico: peces, estrellas de mar, erizos… y de fondo la playa custodiada por cientos de palmeras.
Al regresar a la playa no queríamos ni subirnos a la Zaigua, solo queríamos seguir conociendo más y más. Los pescadores locales nos comentaron que a unos 3 kilómetros hacia el norte se encontraba la desembocadura del río Tatuamunha y que merecía la pena acercarse, dicho y hecho.
En el río Tatuamunha vive una pequeña colonia de manatíes que atrae a muchos turistas, nosotros no vimos a los manatíes, pero si un oasis perfecto para pasar la noche. Del otro lado del río se veía un lugar muy lindo para pasar el resto de la tarde y quedarnos a dormir.
Regresamos a la Zaigua y preguntando y preguntando conseguimos llegar a nuestro nuevo porche. El sitio es uno de los más frecuentados por la gente local y nosotros nos incluimos como uno más. Había la gente suficiente para estar relajado pero al mismo tiempo la música brasileña que no paraba de sonar te animaba.
Según se fue ocultando el sol, la gente fue desapareciendo hasta que solo quedamos nosotros en nuestro inmenso jardín. El anochecer fue espectacular, el cielo tomó unos tonos rojizos que contrastaban a la perfección con el resto del ambiente, ¿qué más se puede pedir?
David
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