Aquiraz

Luego de muchos kilómetros en un escenario casi completamente seco llegamos a una pequeña ciudad llamada Aquiraz, aun dentro del estado de Ceará.  El paisaje ha cambiado radicalmente, ya no vemos más verde ni copas de árboles tupidas; ahora lo que nos rodea son matorrales secos, palmeras sin hojas, y la huella de varios pequeños, y no tan pequeños, incendios que van acabando hasta con los arbustos ya secos.

Aquiraz es un lugar sorprendentemente tranquilo, tomando en cuenta su cercanía a Fortaleza, la capital del estado–poco más de 20 kilómetros de distancia. Tiene mucho comercio local, calles pequeñas y muchos comedores;  pareciera que el movimiento solo cesa un poco a la hora del almuerzo, que es también cuando hace más calor.


Nosotros paramos en la plaza principal que además tiene wifi gratuito. En la plaza hay un museo sacro, que nos llamó la atención y entramos a conocer. Ahí el guía nos dio un sinfín de detalles del sitio y de Aquiraz, entre ellos, el hecho de que esta pequeña ciudad fue la primera capital de Ceará y es una de las más antiguas del estado.  

Entre los objetos del museo se encuentran rastros de la época colonial, del comercio y la propiedad de esclavos –como el periódico de la fotografía en la que se informaba a la comunidad que un esclavo, un chico de 16 años, había escapado de su dueño.  Algunas imágenes religiosas muestran la fusión entre las creencias africanas disimuladas bajo imágenes católicas: como la de un santo pintado de negro.  Por otro lado, también descubrimos que desde siempre Ceará ha sido azotado por fuertes sequias –la actual lleva ya tres años consecutivos– y el santo Sao José de Ribamar a quien se le atribuía el poder de enviar lluvia, tiene un sitio especial desde la época de la colonia.


Luego de nuestra visita al museo nos estacionamos frente a la estación de policía, ya que los arboles nos daban sombra  y podíamos descansar un poco del calor y el sol; al poco rato salió un oficial con dos cafés, uno para mí y otro para David, además nos ofreció la ducha de la comisaria para que nos refrescáramos un poco. No nos creíamos el detalle.


Mas tarde nos fuimos a la plaza de nuevo y ahí estábamos sentados en un banquito cuando se nos acercó una mujer: Margarete. Comenzamos a charlar un poco con ella y nos enteramos de que se había do la luz, por eso no lográbamos conectarnos al wifi; entonces nos ofreció ir a su casa a descasar un rato, tomar un café y pasar allá la noche.  Ya que el calor hacia que la Zaigua fuese un infierno y estábamos ya cansados del calor, la oferta de Margarete nos pareció un sueño… Así que nos fuimos  con ella a su casa. 

Margarete y Lucas–su marido–tienen una casona a las afueras de Aquiraz. Además tienen dos perros–ambos han sido rescatados–y si bien recuerdo, nueve gatos. Margarete dedica mucho de su esfuerzo y tiempo a todos estos integrantes de la familia, cuando uno lo ve es casi sorprendente pero rápidamente te das cuenta de que ellos son su pasión. 

Compartimos la tarde con Margarete y Lucas, pronto se hizo de noche y pasamos de la mesa del café al comedor para cenar, mientras escuchábamos historias de esta pareja y contábamos las nuestras.


La verdad es que nuestra estancia en Aquiraz ha sido muy buena y nos ha traído muy buenas sorpresas con la gente J Una vez más comprobamos que buenas personas las hay en todos lados, y viajar pareciera que te acerca a ellas.


Pasaremos la noche aquí y ya mañana Margarete nos acercará a Fortaleza para que sigamos nuestras rutas…


Hasta mañana!


Andrea

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