Esto que estamos haciendo, nuestro recorrido, el proyecto y las ganas de conocer más que aquello que habíamos visto en la tele, nos traen a lugares como el sitio en el que despertamos hoy, rodeados de gente como la que nos trajo hasta aquí.
Una de las cosas que nos diferencia de la mayoría de los turistas es el hecho de que nosotros vamos a conocer a la gente del lugar y no solo el paisaje; cómo vive esa gente, qué es lo que hacen y por qué lo hacen de esa manera.
Encontrar personas como Miguel y George es algo realmente valioso para nosotros. Este par está desarrollando rutas ‘con corazón y mucha cabeza’ por decirlo de alguna manera. Yendo a sitios llenos de historias y valor cultural y llevando a los turistas a conocerlos, a impregnarse de eso que están conociendo.
Esto no significa simplemente un cambio de ruta y salir de lo ‘mainstream’ sino retomar el valor de las personas sobre las cosas: no vas a dormir en una habitación equipada con servicio a cuarto, sino que vas a compartir el espacio con otros viajeros y las personas que te hospedan -quizá en una hamaca- mientras escuchas historias de ese lugar en el que te estas quedando.
Se trata de retomar la espontaneidad y naturalidad de las cosas, dar valor a aquello que lo tiene y dejar de lado aquello que no es necesario.
Nuestra experiencia con ellos fue muy interesante, primero porque pudimos conocer su proyecto, sus ideas y los factores que los mueven; por otro lado, porque nos dieron acceso a una experiencia en la Gran Sabana venezolana que nosotros no hubiésemos tenido ni siquiera viajando en la Zaigua.
Esta mañana despertamos bajo la característica construcción del campamento, circular y de adobe, con un techo en forma de cono. Hacia frio, llovió toda la noche y sentía la humedad en todos lados. Nos sirvieron un desayuno típico venezolano con huevos y plátano, café y té.
Nos contaron la historia de esas tierras tan antiguas sobre las que estábamos parados, cómo era la vida antes de la conquista y cómo lo es ahora.
Nos fuimos al salto Aponwao –Aponguao- que queda a una distancia considerable desde el campamento. La 4x4 nos deslumbraba, es extraño como luego de viajar tanto tiempo en una combi ciertas cosas se hacen importantes, como el hecho de no temer pasar por el lodo y el agua…
Llegamos a una comunidad desde la cual se accede al salto, aprovechamos para comprar un par de artesanías autoctonas y después tomamos un pequeño bote que nos llevó por el río hasta poco distancia de la cascada. Las vistas eran muy bellas, el agua caía con fuerza y levantaba una brisa fresca.
Bajamos por un camino rodeado completamente por arboles hasta llegar a los pies de la caída de agua y nos quedamos ahí un rato sintiendo el agua como lluvia muy ligera.
Cuando regresamos al campamento en el que pasamos la noche, el almuerzo ya estaba listo. Aguirre-marido de la mujer que lleva el campamento- es un nativo Pemón, y nos contó por menores de cuando
la única ropa que usaban en su comunidad eran los taparrabos.
Luego del almuerzo nos llevaron de regreso al punto militar en donde dejamos a la Zaigua ya que ellos debían seguir camino y nosotros teníamos que ir a recuperar nuestra casa. Antes pasamos
por una pista de aterrizaje militar en la que George nos contó algunas anécdotas acerca de los dos satélites que se controlan desde esa base y gracias a los cuales el internet de Venezuela
y sus sistemas de comunicación ya no tienen que pasar a través de Estados Unidos.
La Zaigua estaba sana y salva y nosotros muy contentos por cómo se dieron las cosas. Sin duda alguna, hemos comenzado a recorrer Venezuela con el pie derecho y realmente esperamos que las rutas sigan así para poder llevarlos con nosotros a descubrir más sitios lindos como en los que estuvimos estos días, conociendo gente tan positiva como la que les hemos mostrado.
Hasta la próxima J
Andrea
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Lorenzo Calvo Moreno (viernes, 26 diciembre 2014 18:29)
Te espero hijo a los dos. Besos
Zaigua (domingo, 28 diciembre 2014 15:13)
Papá un abrazo muy grande, ya en nada estamos por ahí ;)
VICTORIA JOHNSON (lunes, 04 abril 2022 09:17)
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